Para nadie

El desastre no es que ganen unos u otros, sino que estamos ante dos bloques cada vez más separados

Tras escuchar a Feijóo que lo acontecido con el Tribunal Constitucional "fortalece a la Democracia", me pregunto como se puede favorecer a ésta impidiendo que el voto de los ciudadanos se ejerza en el Congreso y en el Senado, sedes de la soberanía nacional. Pero el asunto es más complejo que dividir a la sociedad entre buenos y malos en función de nuestras preferencias. Para empezar, los magistrados del TC no están "caducados", sino que tienen su mandato prorrogado al amparo del artículo 17.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional que les obliga a no abandonar sus puestos en tanto no hayan sido sustituidos. De otro lado, que no se haya renovado el Tribunal es incumplir la Constitución que se dice defender y es evidente que quien menos ha facilitado los cambios de sus miembros ha sido el PP por temor a perder el control que actualmente tiene sobre dicho Tribunal. Estamos ante la enésima fotografía de las dos Españas. La que cree que el actual gobierno está en manos de una banda terrorista que hace ya una década no existe; y del independentismo catalán cuya única alegría ha consistido en que Messi ha ganado el Mundial. Y la que considera que quienes están en contra de como se pretenden realizar cambios significativos referidos a la sedición, por ejemplo, y piden mecanismos más ordenados y trabajados, son por ello golpistas que amenazan la democracia. Vale, que jueces que debían estar ya jubilados sean quienes decidan sobre que no se les sustituya no tiene un pase. El obstruccionismo del PP a la renovación judicial, tampoco. Pero eso no justifica los profundos errores de fondo y forma cometidos por el Gobierno a la hora de resolver problemas a fuerza de agrandarlos.

Pero el desastre no es que ganen unos u otros, sino que estamos ante dos bloques cada vez más separados y en los que ninguno de ellos está dispuesto a reconocer que el otro existe y tiene sus razones. Y eso impide de manera dramática el acuerdo entre ciudadanos de un mismo país, con vidas y problemas similares, pero incapaces de encontrar soluciones compartidas. En ese ambiente irrespirable, aspirar a la centralidad es imposible y sólo aquellos que viven de las heridas se benefician de la bronca.

Lo que está pasando deslegitima a la Justicia; a la política; cabrea a los que creen que su voto sirve para cambiar cosas. Y lo que es peor, da argumentos que convenientemente manipulados, serán utilizados por quienes mantienen que en nuestro país no se puede cambiar nada de manera acordada. Y eso no es bueno. Para nadie.

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