Por montera

Mariló Montero

En lo negro hay luz

TIENE el hábito inconsciente de fumar los cigarrillos a las mismas horas. El mono de las once de la mañana le suele pillar dentro de las oficinas de la administración de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Navarra, donde trabaja parece que desde toda su vida. Como es muy disciplinada y no quiere perder mucho tiempo por fumar, Inma desiste de bajar los dos pisos que le separan de la acera. Así que opta por abrir la ventana desde donde prende su cigarrillo. Por un momento responsabilizó a la potente ignición de su mechero del leve atontamiento que le transportó a la irrealidad. Pero su currículum como víctima colateral de atentados de ETA le autorizó a confirmarle a sus compañeras que se trataba de un coche-bomba. La Universidad de Navarra es la institución más bombardeada después de la Guerra Civil. Desde la ventana pudo ver con nitidez el efecto de la explosión, que reventó en mil pedazos varios coches, cuyas porciones volaban a la altura de las copas de los árboles que caían astilladas por la deflagración. Llovían destrozos frente a sus ojos azules, que llegaron a identificar las ventanas obstruidas por las llamas de los despachos donde trabajan sus compañeros. Su primer impulso fue ir a socorrer a los alumnos que corrían despavoridos por los pasillos de la facultad. Dentro de los servicios ayudó a calmar a algunos jóvenes que tenían cristales por su rostro y cabello. A todos los que veía les daba tranquilidad y ponía luz en la oscuridad de un atentado que pretendió matarlos. Pero no a su Fe. La Policía y los bomberos ya no le permitieron regresar al interior por la posibilidad de un segundo estallido. En todo este caos, Inma jamás perdió la entereza ni la Fe.

Hay atentados y atentados. Los atentados cuya cercanía de la pólvora llega a quemarte la pituitaria o los que la pólvora no alcanza a ser tizne en tus dedos ni emulándose con la tinta negra del periódico. Hay atentados a los que se les da la misma importancia que al estallido de una bombona doméstica de butano y atentados que nos prenden un pañuelo negro en el brazo nombrándonos capitanes del equipo del dolor. Éste, para mí, fue de los que te desmenuzan la sangre en polvo y te duermen los brazos. La respiración se entrecorta a cada tecla que pulsas de su teléfono sin cobertura. La saliva se engorda tanto que has de alzar la cabeza para tragar. Se aceleran tus pulsaciones y los peores temores con el silencio de los minutos. Hasta que recibes su llamada y, con su propia voz trémula, te dice: "Estoy bien".

Por la tarde, Inma regresó con decisión a la uni para que los alumnos pudieran recibir clases al día siguiente. Su capacidad de reacción es, como ha dicho su rector a todos, un estímulo y la Universidad de Navarra, sembradora de paz. A Inma Hita. Porque está viva.

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