Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Una novia para siete hermanos

No todos los hechos que aquí se cuentan son reales. Los hay, también, fruto de la auto invención del columnista

Compartir una novia resulta cómodo. Gravoso le habrá resultado al rey emérito hacer frente a los 5000 romances que se le atribuyen. En tiempos de carestía sentimental compartí con mis hermanos la misma novia. Era una niña que veraneaba en mi pueblo y que se enamoró, sucesivamente, de cada uno de nosotros. No había que improvisar casi nada. Nos sabíamos de memoria la letra de la canción que había que cantar para enamorarla. Los demás hacíamos los coros y el acompañamiento golpeando una caja de madera como batería. Mientras, el hermano del que se había enamorado ese verano entonaba, dentro de sus posibilidades: "Sarita, Sarita, Sarita, sin tu amor no sé qué haría". Todos los años lo mismo. Lo único que cambiaba era el novio. Disponíamos de un dosier con el historial clínico de los padres y hermanos de la chica. Sólo había que añadir la última analítica, si es que se había producido algún cambio en el hematocrito de la madre o de incremento en los niveles de azúcar en sangre del padre o si los hermanos habían recibidos vacunaciones de recuerdo. Pues entendíamos los hermanos que a ella le gustaría que estuviésemos pendientes de la salud de su familia. Sarita, al final de cada verano, entregaba al afortunado un pañuelito empapado en la misma colonia, Maderas de Oriente, para que lo colocara debajo de su almohada, con lo que le facilitaba muchísimo a mi madre saber, por el olor, quién se había enamorado perdidamente ese verano y socorrer su desconsuelo con palabras muy parecidas a las del año anterior. A Sarita también le resultaba cómodo arrebatar sucesivamente el corazón de cada uno de nosotros y así no tenía que aprenderse los nombres de otros padres, abuelos o tíos. Ella cambiaba de amor, pero no de genes. A todos nos dio su primer beso -eso era lo que nos decía ella- y todos fingíamos con destreza, cuando la engañábamos, jurándole que ella era la primera chica a la que habíamos besado. El amor en los tiempos de la escasez. La misma novia para siete hermanos. Compadezco al rey emérito. Tener que memorizar 5000 historiales médicos y que elegir 5000 marcas distintas de colonia para costumizar sus encuentros eróticos. No sé si, tras su retirada de la vida pública, ha dejado también de ser emérito sexual. No necesariamente, los eméritos universitarios solo tienen que dar alguna clasecilla. O ninguna.

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