La ciudad invisible

CÉSAR REQUESÉNS

La nueva Granada

GRANADA, tal como siempre la entendimos, ya no será nunca lo mismo. Por muchos motivos, pero sobre todo por el físico. No sé, pero cuando oigo "Granada" me figuro unos cuantos monumentos del barrio histórico y, si voy ampliando mi imagen mental, llego siempre hasta los límites naturales de la Vega marcados con trazo asfáltico por la circunvalación, dique de contención de la voracidad del ladrillo hambriento de vega. Es la imagen clásica, que cuando te paras a pensarla se te desdibuja enseguida.

Basta con darse un garbeo (aún a riesgo de morir de insolación, cuidado) por el flamante Parque Tecnológico de la Salud, esa nueva, inmensa barriada que nos ha salido entre el Zaidín, Ogíjares y Armilla. Allí el cemento y el ladrillo visto mandan, pero esta vez con avenidas estilo gran ciudad y tranvía, -ah, perdón, sí, el metro en superficie este que todos sabemos que es solo un tranvía-. Parece, si no fuera porque sabemos que estamos en Granada, que es una gran ciudad moderna y altiva. Allí todo es amplitud, grandilocuencia, innovación (una de las calles se llama así) y los vecinos ya cuentan hasta con farmacias, bares de proximidad y ultramarinos en la esquina. Un perfil humano para tanta grandilocuencia de la Junta. Porque aquel territorio fue empeño de la Junta, por esta vez bien pensado, y hasta realizado.

Faltaba que el macro hospital empezara a recibir enfermos, y ya los tiene. Ha sido el hospital más fantasma de la historia, pero por fin tiene uso y facultad al lado y otras facultades que se le suman con estudiantes que darán vitalidad a aquel rincón de Granada donde, salta a la vista, la ciudad ya se ha transformado para siempre, al quedar unida vital y económicamente a la vecina Armilla. Es fácil comprobarlo: el mastodonte comercial que allí se está abriendo, desproporcionado, con la estética marbellí de aquel tiempo en que todos fuimos nuevos ricos, es el nexo de unión entre un lado y otro de la autovía.

Una zona que nunca volverá a ser lo que vimos. Para contento de todos. Como dejó de serlo la idea de nuestra Granada como la entendimos, porque la veintena de pueblos que la abrazan por todas sus esquinas, villas dormitorio de curritos granadinos, son ya casi barrios fusionados con una ciudad que, afortunadamente, mira al futuro.

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