Rosa de los vientos

Pilar Bensusan

bensusan@ugr.es

Una nueva religión

A mí no me representan, y como a mí, tampoco a la gran mayoría que no salió a la calle a insultar a los hombres

Ha nacido una nueva religión practicada fundamentalmente por mujeres radicalizadas, por activistas oportunistas y por hombres ávidos de poder político o de permanecer en sus sillones a costa de lo que sea. Una religión que convierte en "diosas" a las mujeres, merecedoras por el sólo hecho de serlo, de todos los privilegios imaginables, como corresponde a las divinidades, y sataniza a los hombres, también por el mero hecho de serlo, siendo el satán máximo el hombre heterosexual, blanco y europeo.

El que no la practica es inmediatamente marginado, tachado de neonazi, franquista, fascista o ultraderechista ultramontano. Y si además se atreve a no usar el español de manera estúpida, normalizando vocablos inventados supuestamente inclusivos como portavoza o miembra, u osa llamar pasajeros a las viajeras de nuestros aeropuertos, será condenado a arder en el infierno. Es que hay que olvidar las reglas gramaticales porque forman parte del patriarcado opresor de satanás.

Baste recordar algunas lindezas del pasado 8-M: "Hombre muerto abono para mi huerto", "Machete al machote", "Que arda lo macho y lo blanco", "La purga ha empezado", "Casado yo te hubiera abortado", "No quiero tu cena, quiero tu cabeza en una bandeja" y muchas otras peores… o las pintadas en monumentos sin respeto al Patrimonio. No olviden a la mujer de Sánchez dando ridículos saltitos en la cabecera de la manifestación de Madrid. Supongo que también los dará de alegría cuando se monte en el Falcon para su marido pagado con nuestro dinero.

En EEUU las fieles de esta nueva religión -aquí llamadas feministas radicales, o incluso feminazis- se llaman social justice warriors y llevan siendo muy contestadas desde todos los sectores de la sociedad americana desde hace mucho tiempo, empezando a estar demodé, cosa que aquí tardará, máxime cuando las instituciones y muchos partidos amparan sus consignas en contra de la igualdad ante la ley que propugna el art. 14 CE o de los principios de mérito y capacidad del art. 103.3 CE.

Como he manifestado en muchas ocasiones, recuerdo a estas mujeres que se erigen en representantes de todas que a mí no me representan, y como a mí, tampoco a la gran mayoría que no salió a la calle a insultar a los hombres -al menos 22 millones-, muchas por desacuerdo con este ambiente exacerbado y de confrontación entre sexos que busca que acatemos como dogma de fe la institucionalización a machetazos de una desigualdad que va en contra de nuestra Constitución.

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