En quince días, para el próximo Cajón, quien suscribe estas líneas estará arrancando un nuevo curso universitario. De hecho, mi querida UGR comienza sus clases antes que los chavales de primaria, que para eso estamos entre las mejores "unis" del mundo mundial…, nobleza obliga, ¿no? Acabo de escuchar una cuña publicitaria anunciando que ya se puede comprar todo lo necesario para la vuelta al cole. Sudor frío me ha dado, leñes, en mitad de agosto y ya estamos con la vuelta al aula. Y ya saben que desde hace semanas y semanas pueden comprar la lotería de Navidad. Adelanten los impuestos al Estado. Estamos locos, que diría mi abuela. Al inicio del pasado curso estábamos en un sin vivir. ¿Recuerdan? ¿O es imposible hacer una mínima memoria en una vida que vive a ritmo de lo último de lo último? ¿Cómo serían las clases? ¿Presenciales? ¿Semipresenciales? ¿Volveríamos a la virtualidad de los enlaces Meet, Zoom y similares? ¿Esas en que los alumnos no conectaban la cámara o si lo hacían, por error, los veías tumbados en el sofá o en el colchón? Qué viejos tiempos aquellos.

Con la vacunación, en tercera o cuarta dosis, ya tenemos claro que todo volverá a la vieja normalidad de antes. ¿No era lo deseado? Me da que ya ni siquiera dirán de abrir las ventanas para ventilar los ambientes, más bien puede que ahora digan que las cerremos para que no se escape el gato, es decir para que no nos entre el frío (disculpen los profesores de Física por la aberración termodinámica) pues para ahorrar gas y calefacción seguramente nos dicen que no encendamos las calderas de los centros oficiales. Chicos, chicas, abríguense. Ya saben que si Putin cierra el grifo tendremos que ahorrar para ser solidarios con los europeos que todavía recuerdan lo que es el invierno. Yo aconsejaría a mis estudiantes que pedir una ERASMUS para Centroeuropa puede no ser una buena idea. ¿Mira que si al verano más tórrido desde que hay apuntes nos sigue el invierno más gélido en décadas?

Estoy por consultar al calendario zaragozano o fijarme en las cabañuelas de agosto para pronosticar el tiempo atmosférico del año venidero. Será por la calorina continua de este verano que mis neuronas han entrado en desconexión sináptica (permítanme la licencia los profesores de Biología) pero comienzo a tener más confianza en aquellas viejas costumbres de la normalidad que en las soluciones a futuro que nos proporcionan nuestros políticos. O eso o puede que volvamos a procesionar a los santos, santas y vírgenes para que nos llueva. ¿Podrá haber una más vieja normalidad? Vale.

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