De nuevo, comprometidos

La sociedad civil necesita las voces de los intelectuales, que deben asumir otra vez nuevos compromisos

No es frecuente que los colaboradores habituales de un periódico utilicen sus propias páginas para dialogar entre ellos. Suele prevalecer respeto y discreción acerca de las otras opiniones que circulan bajo una misma cabecera. Pero, a veces, hay artículos que parecen reclamar continuación, no porque les falte sustancia, sino todo lo contrario. Han concentrado demasiadas cosas, obligados por el limitado números de líneas, y, como consecuencia, algún compañero puede sentir la tentación de hacerse eco y expandir alguna de las ideas allí comprimidas. Tal es el caso concreto del reciente artículo Comprometidos, firmado el 19 de julio por Luis Sánchez-Moliní, al que aquí se le quieren añadir algunas modestas apostillas. Para empezar un justificado cumplido: la elección del asunto muestra la acostumbrada perspicacia del autor al aglutinar varios palos en una misma gavilla. Por una parte, resalta un gesto que aviva la triste monotonía de la política institucional española, convertida desde hace meses en simple intercambio de cromos personales. Este gesto, hacer publica una carta-manifiesto, ha pasado bastante desapercibido, ya que se presta poca atención a un escrito, dirigido a la sociedad, firmado por intelectuales de izquierda y, además, fieles y comprometidos con el constitucionalismo. Un manifiesto, de intelectuales y comprometidos: tres características bastante trasnochadas para un lector actual. Sin embargo, este tipo de "manifestación" era necesario para remover el autista panorama político. Por desgracia, no le queda a la sociedad civil muchas otras opciones para mostrar su opinión, si se exceptúa a la prensa: ese otro poder que desempeña un papel cada día más válido. Pero esta nueva iniciativa -quizás con resultados más simbólicos que reales- recupera la imagen de una época en la que gente del mundo de las letras, de los libros y del pensamiento buscaban que se oyera su voz, para contrabalancear el dominio de los profesionales de la política. Aquella influencia se ha perdido, pero la pluma siempre atenta de Sánchez-Moliní, devuelve este manifiesto al sitio que merece. Por descontado, hay que recordar con espíritu muy crítico los ciegos compromisos de aquellos intelectuales de antaño que, apasionados con la teoría, miraron hacia otro lado cuando la práctica totalitaria desmentía sus ilusiones. Pero, como insiste en señalar Sánchez-Moliní, su función crítica debe ser recuperada. La sociedad civil necesita las voces de un gremio, que, una vez señaladas equivocaciones pasadas, debe asumir otra vez nuevos compromisos: el de la España constitucional es uno de ellos.

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