Conocí a José Antonio Rodríguez Salas cuando este era alcalde de Jun, ese pueblecito a escasos tres kilómetros al norte de Granada, incrustado en la comarca de La Vega y que vive, principalmente, de la fabricación de ladrillo y bovedilla para la construcción de edificaciones. Él salía y yo entraba -o al contrario- al impresionante edificio construido por el genio del ceramista Miguel Ruiz Jiménez, que en aquel pueblo tiene su domicilio y la sede de su apasionante taller de verdadero y muy destacado artista. Rodríguez ya era alcalde de Jun. Y ya era, también, bastante famoso, no sólo en la capital o la provincia, sino en la inmensa geografía regional andaluza, incluso en muchos ámbitos nacionales e internacionales. Fue un alcalde audaz, ocurrente y desde luego absolutamente singular. Luchó de manera decidida y absolutamente convencida para dotar a todas las unidades familiares de su pueblo de un nexo informático de forma y manera que, como autentico visionario, se adelantó a los tiempos en al menos tres lustros. Así, celebraba las sesiones plenarias de aquel Ayuntamiento de manera telemática y conectado a todas las casas de aquellos ciudadanos que así lo deseasen. Su obsesión fue y es la informática. Y con ese bagaje y la excentricidad propia de los que viven por encima de su tiempo presente, llegó a disputar -al menos en los preliminares- la secretaría general de los socialistas, a nivel nacional. Como se sabe no ganó ese cargo orgánico del PSOE, pero se hizo notar en todos lados, especialmente en el palacio de la Moncloa a donde fue requerido desde los primeros días en que Pedro Sánchez; a quien justamente se le llama "el embustero" y el lector avisado sabe muy bien por qué; donde ha venido ofreciendo sus ideas sobre utilidad en el uso de la informática para beneficio de la política, desde aquellos tiempos hasta estos nuestros, en los que los mismos gobernantes socialistas -que lucharon, junto a las demás fuerzas democráticas, para la instauración de este sistema en el tiempo llamado "de la Transición"- han metido todos los conceptos y convicciones de las libertades y de la propia democracia en una invisible, pero muy peligrosa batidora, en la que van, poco a poco, triturando los cimientos de la aún sociedad española libre y de ciudadanos libres.

José Antonio Rodríguez Salas, quien fuera alcalde de Jun y hogaño diputado al Congreso por la provincia de Granada, ha instrumentalizado esta última circunstancia en provecho político servil, a favor del histrión Sánchez y Pérez-Castejón, cuyo (des)gobierno socialcomunista ha decidido, contra todo derecho, instalar la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial (AESIA) en A Coruña, encargando dicha instalación, precisamente, a Rodríguez Salas quien se apresta a servirle, como tonto útil voluntario y traicionando, consciente y complacido a los ciudadanos de Granada, cuyos derechos, deseos y anhelos debiera defender, pues para eso le votaron. ¿O no?

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