Qué está ocurriendo? ¿En qué nos estamos convirtiendo? ¿Qué estamos haciendo con nuestro sistema de salud? Un minuto treinta segundos ha tardado una cardióloga del Hospital Virgen de las Nieves en despachar un diagnóstico. Vía telefónica. Mañana podrá desayunar un pelín más tarde, más tranquila. Y siempre tendrá la excusa de que me ha salvaguardado del Covid evitando que me persone en el hospital. No sabe si soy alta o baja, o tengo las uñas negras o los labios morados. No sabe nada de mí. No sabe cómo es mi alimentación, si hago o no hago deporte, si me altero o soy tranquila. No debe importarle. No le importa. No me ha preguntado nada, ni el consabido ¿tiene antecedentes familiares? Tampoco me ha dado opción a contarle. A preguntarle. Hablaba alterada, con prisa, con mucha prisa, su premura me ha impedido tranquilizarla. Me llama para anular la cita que teníamos mañana a las n¡9:00. No es necesario que venga. Todo está en orden. ¿Y la válvula? No cierra bien, pero no es importante, mucha gente lo tiene. Y mi wolkswagen, pienso. Defecto de serie. Tampoco pasó nada con la fábrica que los lanzó al mercado. Nunca pasa nada.

Mi doctora de cabecera me llama. He tardado veinte días en conseguir la cita. La mala cobertura de un país puntero en innovación digital hace que la llamada no me llegue. Vivo en el Albaicín y en mi barrio la tecnología punta es la antena que corona el cerro. Ya no volverá a llamar. Tendré que volver a pedir cita, me la darán veinte días más tarde, y si tengo suerte entrará la llamada. Pero mi doctora de cabecera perdió la curiosidad. No se plantea qué podrá pasarme. No le preocupa. Si es grave da por hecho que iré a urgencias. La verdad es que no sabe quién soy. Desaparecieron los médicos de familia, aquellos que conocían a sus pacientes, a la familia, que sabían de los males leves o graves, que se interesaban por sus pacientes aún cuando ni siquiera éstos habían pedido cita. Desapareció el famoso "ojo clínico", el mimo, el consuelo que daba el médico con el simple hecho de preguntar al paciente qué tal estaba. Es imposible por teléfono. Por teléfono me han atendido cuatro médicos en tres semanas. ¿Qué pueden saber de mí?

He apostado siempre por la medicina pública, que al fin y al cabo no hace más que compartir médicos con la privada. He despotricado de todos los que han arremetido contra el sistema médico de este país, a pesar de ser testigo de barbaridades múltiples en los últimos seis años. Pero si el mal no da tregua para la excusa, no me vale tampoco que todo se excuse tras las siglas del Covid. Definitivamente es mejor morir tranquilo en la casa de uno, como suplicaba mi abuela, que bajo la mirada inquisitoria y egocéntrica de pequeños semidioses mezquinos. Quizás nos diga algo el hecho de que en proporción con el número de habitantes seamos el país con más muertes en el último año.

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