La verdad es que nunca hubiera podido llegar a imaginar, sin ayuda del acontecer presente, el tan inmenso grado de distorsión social a la que se ha llegado; a la que han llevado; a Cataluña sus recientes y actuales gobernantes, con la anuencia de muchos de sus ciudadanos, pues desde siempre estuve en el convencimiento de que aquella parte de nuestra nación era, sin lugar a dudas, la que mejor y más encarrilada estaba en el camino de la modernidad, del progreso, del mejor futuro inmediato y de las influencias más cosmopolitas y, por ello, más alejada de actitudes retraídas hacia lo aldeano, lo cateto y lo cerrado.
Pero no es así, lo cierto es que ese extraño narcisismo hacia "lo catalán" y ese desprecio de todo lo que pudiera influir en su esencial modificación, ha propiciado que Cataluña y los catalanes entren de lleno en la irrealidad, porque lo de la vieja Cataluña ha llegado a transformarse, dolorosamente, en una a modo de novela, relato inventado en el que ha crecido la ficción, el embuste, la mentira sembrada entre sus nuevos y más jóvenes ciudadanos, a los que ha hecho creer desde las escuelas que han nacido o que viven en una tierra que no existe, con una historia inventada por sus gobernantes.
En Cataluña, se está viviendo, desde hace mucho tiempo, el guión estúpido y embustero que sus propios dirigentes, al igual que Hitler supo hacer en la Alemania nazi, ellos también -y tristemente, repito- han sabido y han querido sumir a sus conciudadanos, a generaciones enteras, en una suerte de creencias y perniciosas fantasías para, así como otros trataron de convencerse de que eran la raza más pura y envidiable, ellos han de ser considerados lo mejor de España, fuera de España, de Europa y del mundo. Porque han sabido hacer creer a muchos que los (demás) españoles, no han hecho más que aprovecharse de su mentalidad creadora y constreñir y perseguir su lengua y su cultura desbordante de genio y de futuro.
Sí, esos de la Generalitat han propiciado una generación -o más- que ha aprendido a odiar antes que a compartir, a compartir el aire y la luz, la tierra y el presente. Han creado una generación egoísta y egocéntrica, que sabe despreciar antes que admirar. Y han fomentado ese tipo de raíces podridas justificando la persecución, la violencia, el despectivo señalamiento público a "los diferentes" y; lo que es peor; toda una generación de catalanes que vive una paranoia sin valores que les sirvan para subsistir en paz, al menos. Y eso ha sucedido con el silencio de los intelectuales y la inacción de los que han podido evitarlo. Ahora, ya, no se podrá resolver sólo con leyes comunes. Para esto el Estado de Derecho no tiene previsión inmediata. ¿O no?
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