La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Ese odio

Copian lo peor del hooliganismo futbolero: al enemigo, ni agua. Y yo añado, ni respeto

Está poniendo de relieve el Covid-19 la capacidad de odio que exhiben algunos españoles cuando desconectan la razón y se enchufan a su corriente ideológica. Esta virosis está demostrando cómo es de amplio el insano desprecio hacia quien, ante sus ojos, comete el "pecado" de tener ideas políticas distintas.

A encender la lumbre de esa pasión ha contribuido de manera decisiva que el virus entre por la derecha en los cuerpos de Ortega Smith o Abascal, y por la izquierda en las vías respiratorias de la Segunda Dama, Begoña, y las ilustres ministras Montero y Darias. Al ver las reacciones publicadas de acólitos y prosélitos de uno u otro acarreo, la alegría de unos por el infesto a la derecha, y de otros por el infesto a la izquierda, era abochornante para quienes, tan antiguos, anteponemos lo humano a cualquier radicalidad o fanatismo ideológico.

No tienen apaño. Les va el frentismo, poner el énfasis en atrincherar la zanja de la diferencia, violentar con deseos inhumanos contra los de enfrente, en vez de aprovechar la solidaridad que estos momentos exigen para intentar coser las costuras de lo que nos rompe como patria común. Más aún en una situación de emergencia como esta lo es. Copian lo peor del hooliganismo futbolero, hacen de su peor lema el mejor presagio: al enemigo, ni agua. Y yo añado, ni respeto.

Que un líder político quiera dejar constancia con sus intervenciones públicas de que su grado de gilipollez no es pequeño, no habilita a nadie a usar su contagio como feliz metralleta con la que disparar las balas de inhumano rencor. Que haya oportunistas hasta en la sopa de cualquier lista, no debe rebajar al pueblo a ese nivel, en el que el odio genera violencia oral, escrita o física. Vivir es cuestión de tiempo, y que ese lugar sea inhóspito por la alta temperatura de las divergencias discutibles, es un sinsentido, algo ajeno a la cordura.

Y luego está el vergonzoso relato del endémico y autonómico desdén vasco y catalán, con su fronterita y su identitaria manera de entender una crisis sanitaria de este tamaño. Su insolidaridad es del nivel uno de repugnancia, pretendiendo dirigir la dirección del virus sólo hacia sus contagios fronterizos. Como si el Coronavirus entendiera de estatutos vasco o catalán; como si el bichito distinguiera entre txistolaris, mozos o maulets. No vaya a ser que el Estado triunfe en la contención de la pandemia y PNV, Bildu, ERC y JxCAT se queden sin discurso de republiqueta, ni CDR que les aplauda.

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