Se ofrece ex dirigente orgánico del PSOE para asesorar al PP en las primarias. Dilatada experiencia. Tres fracasos consecutivos". Si formase parte de una de las facciones en las que parece dividirse el PP, lo contrataría. Y si fuese uno de esos fontaneros del Partido Socialista, me ofrecería, sin duda. Asesoría externa, al estilo Iván Redondo, hoy asesoro a Monago a limpiar sus billetes del avión del amor a Tenerife; ayer, a Albiol en Badalona, a limpiar la ciudad de rumanos, y mañana a Pedro Sánchez, en la misma Moncloa. Lo que en la Transición era un chaquetero, hoy es un profesional de la comunicación, un asesor con cargo público en el palacio presidencial. Lo dicho: el PP necesita de modo urgente expertos en primarias. Estilo Redondo.

El primero de los equivocados ha sido Alberto Núñez Feijóo. Víctima del síndrome de Susana Díaz -una conjunción de sabia prudencia, ciega confianza y falsa humildad-, ha preferido dejar escapar este primer tren ante la creeencia, ilusa, de que le guardarán el sillón en 2020. Ayer se lo confesó a Pepa Bueno en la Ser y se quedó tan pancho. Ahora, me debo a Galicia, pero en 2020 no tendría inconveniente si mis compañeros lo estiman oportuno. Olé, Alberto. Si resulta vencedora Cospedal, Soraya o Pablo, te cederán el lugar dentro de dos años. Sin duda. Para ti.

Los segundos de los equivocados son quienes creen conocer cuáles son las esencias del PP. "No es nuestra cultura de partido", explicaban hace sólo unas semanas los que pensaban despachar estas primarias con un señalamiento de Rajoy en un reservado de restaurante. Los militantes del PP no son unos serviles ni los socialistas unos locos anarcoides: quien milita en un partido quiere decidir. Y votar. Abiertas las compuertas, todos desean correr.

Los terceros equivocados son los ángeles del entendimiento y de las buenas formas. Las elecciones primarias son la guerra. Lo han sido en el PSOE, pero también lo son desde siempre en Estados Unidos. La única condición que se debe respetar es que, producida la elección, el partido cierre filas en torno al ganador, el derrotado se retire y se olviden esas cuatro semanas como el ebrio deja a la sombra las afrentas de las noches pasadas.

Y los cuartos y, por último, son los que saben qué va a ocurrir. Si el PP desconoce su censo material -oscila entre los 80.000 y los 800.000 electores-, cómo es posible hacer cálculos en torno a criterios de territorios y afinidades.

Lo dicho: búsquense un asesor.

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