Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Los ojos vendados

La primera víctima de la crisis y de la corrupción que asola España ha sido la verdad

Cuanto peor va la gente, mejor va la Economía: no se crea riqueza, se crea dinero. Los voceros del Gobierno llevan propagando que estamos saliendo de la crisis desde 2012, pero esa pleamar sólo existe en el discurso institucional y en las tertulias televisivas. Y así nos encontramos con que las estadísticas vuelven a confirmar que en Granada baja el número de desempleados al tiempo que conocemos que la mitad de los cotizantes cobra menos del salario mínimo interprofesional, que 36.000 vecinos son parados de larga duración (buscan y no encuentran trabajo desde hace más de un año) o que 39.457 de los ociosos forzados son mayores de 45 años, demasiado jóvenes para morir y demasiado viejos para el rock and roll. Un drama, puesto que se ha retrasado la fecha de jubilación pero se ha adelantado la fecha de la exclusión profesional. Más que un plan de recuperación, esto semeja un plan de exterminio laboral; pero buena parte de los economistas parecen más dispuestos a creer en la objetividad de los "relatos burocráticos" que en lo que ven los ojos, con lo cual sucede que la satisfacción oficial y el descontento general crecen al mismo tiempo.

Esta política de cifras cocinadas y ojos vendados es altamente peligrosa, como se está demostrando día a día en Europa y como evidencia el pasado reciente. En Cuba, cuenta Eduardo Galeano, la revolución triunfó en el año más próspero de toda la historia económica de la isla; y América Central, durante los 50, 60 y 70, lucía los índices de crecimiento más altos del mundo: "Las estadísticas sonreían y reían mientras más jodida y desesperada estaba la gente". La primera víctima de la crisis y de la corrupción que asola España ha sido la verdad. Junto a las estadísticas oficiales está la tozuda realidad: camareros que cobran cinco euros la hora en la mejor temporada turística que se recuerda y trabajadores contratados por tres horas diarias que echan después otras tres o cuatro más pero las cobran en negro. Una desigualdad ascendente, con muchísimos más pobres y con algunos ricos más y otros ricos mucho más ricos. Un modelo que ha venido para quedarse, una avaricia de los beneficiarios del sistema que pone en riesgo al propio sistema al grito cansino de "más vale un trabajo malo que ninguno". De vez en cuando se repite la noticia: "La recuperación se enfría"… como si alguna vez hubiera llegado a calentarse.

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