Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

¡Y olé por Estrella Morente!

Lo que me provoca hastío es que se pretenda que sólo unos pocos tengan derecho a la libertad de expresión

Cantaba el gran Enrique Morente: Que nadie hable mal del día / hasta que la noche llegue. / Yo he visto mañanas tristes / tener las tardes alegres. Y más que la tarde, fue la noche lo que nos alegró su hija Estrella arrancándose, en la gala de Operación Triunfo, con estos versos del escritor comunista José Bergamín: Ni el torero mata al toro / ni el toro mata al torero / los dos se juegan su vida / a un mismo azaroso juego. Estrella Morente, cantaora de raza y tronío, se echó el capote a la cara. Con paso firme se plantó a la puerta de toriles y atornillándose a la arena del escenario, recibió a porta gayola al morlaco puritanito y zahíno de un programa cada día más blandito y cursilón. Igual que el mundo que están creando.

Y le dio una larga cambiada que puso en pie a esa España harta de aguantar a tanto tiquismiquis inmaduro y ofendidito que se cree un héroe por negarse a cantar mariconez en una letra de Mecano. O se permite el lujo de llamar nazis y psicópatas a toreros y aficionados, pero sufre un vahído de damisela decimonónica si alguien osa contestarle. Porque a mí me parece muy bien que recogiendo su merecido Óscar, Joaquín Phoenix nos suelte un discurso, entre animalista y vegano, sobre el sufrimiento de las vacas. O que cada año nos den el mitin y la tabarra en los Goya. Lo delirante es que tengamos que explicar que fue eso mismo lo que hizo Estrella Morente; aprovechar las cámaras para decir lo que piensa. Pero eso sí, con más arte y mejor compás. Y removiendo el alma de muchos.

Lo que me provoca hastío es que se pretenda que sólo unos pocos tengan derecho a la libertad de expresión, que siempre quieran ser los mismos y que además, sólo pueda ejercerse un ratito porque si no, los chiquillos se ofenden. Salirse de la sendita oficial es anatema. ¡Ni que fuéramos una escuadra de flechas del Frente de Juventudes! Pero la libertad de expresión, como la habanera, es un cante de ida y vuelta; uno suelta su opinión y los demás le contestan.

El arte es desafío y provocación. Prefiere el caos a la mediocridad y el arrabal a los salones. Este noviciado laico, manso y falsamente progresista en el que nos quieren hacer profesar, no parece admitir más versión que la oficial, ni más ideas que las puras. Mal negocio es apostar la libertad. Perderla es morir. Si ya lo dice el cante: Yo perdí mi libertad / la prenda que más quería / ya no puedo perder más / aunque perdiera la "vía".

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