Olvidamos mirar al cielo. Perdimos la costumbre a fuerza de no ver. Claro que más de un tercio de la humanidad vive en lugares donde es imposible contemplar las estrellas. Recuerdo entonces, cuando la adolescencia, en las noches de verano los amigos nos íbamos al espigón o a alguna cala alejada de Águilas, nos tumbábamos boca arriba y dejábamos que nos engullera, en un silencio de estruendo de olas, aquel abismo negro. Perderse en el cielo era la primera toma de conciencia de lo infinito del universo, pero, sobre todo, entrañaba comprender la insignificancia del género humano. Hoy desde los mass-media se hacen costosas campañas buscando que nuestros jóvenes levanten la cabeza de las pantallas de sus teléfonos donde, sin duda, encuentran las estrellas con imágenes más nítidas, más prosaicas, nada idílicas, bucólicas, épicas. Ya nadie mira al cielo. Miramos hacia arriba para escupir sin ser conscientes de que lo que se lanza volverá fortalecido al punto desde el que partió. Y escupimos como tontos. El 20 de septiembre de 1966, por ejemplo, la NASA lanzó un cohete que hoy nos amenaza atrapado desde octubre por la gravedad de la tierra. Una miniluna de basura "potencialmente peligrosa". Los mismos expertos que la definen como tal, también dicen que en mayo se marchará. ¿Así sin más? ¿dónde? ¿cómo? me pregunto yo bisoña. Aunque tal y cómo está la tierra entiendo que decida alejarse. Inquieta que se denomine 2020SO. Parece que, como el asteroide, estamos en un bucle que nos impide alejarnos de este número maldito. Porque Feliz 2021 y su Tercera Ola.

Desde Palo Alto, California, desde el lugar donde empresas como Hispasat opera y fracasa la Agencia Espacial Europea, Ron Jones, un profesor de historia del Cubberley High School, realizó en 1967 un experimento que denominó "Tercera Ola" (la más dañina), en un intento de que los chavales comprendieran que, a pesar de que el nazismo era un movimiento que eliminaba la democracia, el pueblo alemán masivamente lo secundó. Jones fue capaz en cinco días de que los alumnos adquirieran un sentimiento de superioridad similar al de la población nazi. El fascismo consideraba el individualismo como el gran defecto de la democracia. Una gran masa de individualidades marcadas por gorros de Toro Sentado o caras pintadas con la bandera estadounidense tomó el Capitolio como acto de bienvenida del nuevo año, en un alarde de supremacía del nazismo y quién sabe si no de amenaza.

Rebecca Walker, la gran luchadora feminista, publicó en 1992 el artículo Becoming the third wave en el que sentenciaba: "No soy feminista, ni post-feminista. Yo soy la tercera ola". Aunque para el común de los mortales la tercera ola no es más que eso que amenaza con dejarnos sin la cervecita del bar de abajo y encerrarnos incomprensiblemente de nuevo en casa. Feliz nuevo e inquietante año. La Navidad, bien, gracias.

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