Los granadinos, como el resto de la humanidad, nacemos omnívoros. Es decir, tenemos la capacidad de comer todo lo que nos venga en gana y hacer realidad ese refrán que dice "pájaro que vuela, a la cazuela" que, aunque cita a las aves, tiene un contenido muy generalista. Y los granadinos, como todos los españoles, debemos ser libres para meternos entre pecho y espalda lo que nos apetezca dentro de nuestras posibilidades y, si es posible, dentro de un orden. La libertad individual también se puede utilizar para inclinarse por una opción u otra en la forma de vivir la alimentación. No es de extrañar, por tanto, la polémica que ha levantado el ministro Garzón sobre la necesidad de comer menos carne, unas palabras que en política suelen ser la antesala del encarecimiento del producto para "ayudar" al personal a la abstinencia al modo de cualquier viernes de Cuaresma. Como no podía ser de otra manera, el sector ganadero, que en la provincia de Granada tiene su importancia, ha puesto sus orejas de punta y ha mostrado su preocupación. Además, debería tratarse con la importancia que tiene la necesidad de respetar la libertad de cada uno, incluida la de los granadinos.

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