la chauna

José Torrente / Www.lachaunadecullar. Blogspot.com

Los pactos

SE suele pedir árnica a los demás cuando la lista más votada es la propia, y exigir cordura para que a uno no le birlen el cargo (aunque éste sea una hermosa carga), tras unos resultados esquivos con la mayoría absoluta que hacen posible el quiebro a la voluntad popular.

El PSOE pide respeto a la lista más votada en Armilla, cuando la negó en Cúllar dos mandatos consecutivos, o lo ha negado en Ogíjares, Gabias, o en Trevélez, o lo ha pretendido negar en La Zubia. Y habrá quien diga, y no les faltará razón, que el PP hace lo mismo. Calmarían su conciencia si se respondieran seriamente a esta pregunta: ¿pretenden que unos se queden escribiendo poesía sobre lo bonito que es remar cuando el viento ayuda de cola, y esquivar la responsabilidad si la tormenta amenaza con su presencia? Los abuelos lo dicen con sabiduría: no es lo mismo predicar que dar trigo.

Si perjudicados los intereses partidistas surgen estas situaciones de la política, nadie debería rasgarse las vestiduras sólo cuando el pacto no beneficia, pero se ablienten lluvias de primaverales pétalos al paso de aquellos acuerdos que benefician al partido propio, aunque vaya contra el partido más votado. Tan legítimo es pactar entre perdedores, como no hacerlo con el ganador. Cuando las mayorías son relativas, cualquier alineación de planetas es posible, y las aritméticas se consolidan cuando de un pacto surge una mayoría estable. Aunque luego sólo se quede en intento. Pero ese es otro cantar.

La palabra es el instrumento más valioso de la democracia, y usarla no debe de servir sólo para escarnio del otro, sino para intentar encontrar mejores argumentos que el rival, para que el pacto ronde la acera propia más que la ajena y que su viabilidad sea una cuestión beneficiosa para el interés general más que para resolver el currículo propio, o incremente el del partido. Y esto lo escribe quien ha pasado por todas las situaciones imaginables tanto en gobierno como en oposición, aunque hoy disfrute nuevamente de lo primero.

Hasta que la ley electoral no sea otra, sólo los concejales elegidos tienen la posibilidad de remedar esa teórica incoherencia aritmético-ideológica que queda en los plenos municipales tras las votaciones, cuando el reparto de la ley d´Hont deja las mayorías al amparo de las negociaciones oportunas entre los elegidos, que no tienen por qué ser cambalaches ni despectivos negocietes entre interesados concejales, sino intentos legales y democráticos de buscar otro camino diferente al anterior.

El futuro electoral nos deparará cada vez más pactos. La diferencia de hoy con el ayer es que, actualmente, el preferido es el PP, ocupados como están los otros en elegir a Alfredo y nombrar a Pepe Griñán. Pero siempre nos quedará el ejemplo, por su valentía, de Carlos García, el concejal del PP en Elorrio que se ha propuesto hacer de su dignidad una entrega diaria. Digno de aplauso.

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