Los pajarillos cautivos

Las dos veces que más he valorado la libertad son cuando liberé a los tres pajarillos y ahora

Nunca como hasta ahora he apreciado tanto el canto de los pájaros. Todas las mañanas, cuando me siento en mi patio con la esperanza de llenar el día con algo, oigo muy de cerca a los pájaros. Este año he visto más mirlos de pelo amarillo que otros años. El otro día vi a uno coger un caracol y golpearlo contra una piedra para picotear lo que había dentro. Después de zamparse el caracol salió disparado hacia otro lugar, otro patio. También hay más gorriones y veo más jilgueros. Cuando yo era niño en mi pueblo, como en muchos otros, existía la costumbre -todavía existe- de encerrar a los jilgueros en minúsculas jaulas en las que apenas podían moverse. Pájaros acostumbrados a volar en libertad se volvían locos dentro de la cárcel en la que los encerraban y mientras mis congéneres adultos oían melodías en sus cantos yo creía escuchar sus lamentos y sus gritos de desesperación. Una vez liberé a tres jilgueros -en mi pueblo les llamábamos colorines- de mi vecino Gonzalo, un hombre agrio y gris que se metía mucho con mis orejas, pues yo las tenía como dos soplillos. En venganza, aprovechando que no estaba en su casa, fui y le abrí la jaula a los tres jilgueros que tenía cautivos, que salieron raudos volando hacia el cielo limpio de su libertad. A la mañana siguiente fue Catalina, su mujer, a mi casa con el ojo morado: el muy bestia del marido cabreado por no saber qué había pasado con sus pájaros, la emprendió con ella. Me sentí fatal y estuve a punto de ir a ver a Gonzalo y decirle que no le pegara más a su mujer porque ella no tenía la culpa de la huida de sus pájaros. Pero nunca se lo dije. Ahora paso muchos momentos de la mañana observando a los pájaros y oyendo sus cantos. Hace unos días leí que una vez le preguntaron a Olivier Messiaen cuáles eran los compositores que más le habían influido a la hora de componer su música y respondió: "Mis compositores favoritos son los pájaros". Cuando los veo volar de un sitio para otro el que se siente confinado en una jaula soy yo. Quiero decir con todo esto que las dos veces que más he valorado la libertad son cuando liberé a los tres pajarillos y ahora. Está bien que los pájaros nos recuerden que vivimos tiempos sin libertad.

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