¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El pájaro es España

Una vez más el país depende de la vieja pinza formada por la izquierda radical y el nacionalismo periférico

El futuro inmediato de España depende hoy de lo que decidan las bases de un partido que pretende su destrucción. Esta frase puede resultar un tanto melodrámatica, verso suelto de un bolero ultra, pero es la estricta verdad. Los mismos que cortan autopistas, que invaden aeropuertos, que insultan y agreden a los defensores del orden constitucional, que estigmatizan a los párvulos castellanohablantes, que impugnan la soberanía nacional o que han convertido el Parlament en una versión cursi de la Isla de la Tortuga, votarán durante esta jornada si dan permiso a sus dirigentes para facilitar la creación del autodenominado "Gobierno de Progreso". Cierto es que la consulta convocada por ERC es "no vinculante", pero si por algo se está caracterizando el procés es por la incapacidad de sus líderes de embridar a unas masas digitalizadas que siempre van por delante. Si en su último libro Paul Preston -en otro de sus ejercicios de historiografía partidaria- vuelve al tópico del sano pueblo español traicionado por sus élites, en Cataluña puede estar tranquilo, porque es justamente al revés. Allí quien manda es el poble.

La gobernabilidad de España, hoy por hoy, está en las manos de Podemos y ERC. Una vez más, el país depende de la vieja pinza formada por la izquierda radical y el nacionalismo periférico, cuyos resultados, desde el Sexenio Revolucionario hasta la II República, han dejado mucho que desear. Con estos aliados ya se puede saber qué rostro mostrará Sánchez. Es evidente que no será el del banderón rojigualda en los mítines, sino el de la España plurinacional, aunque sin definir muy bien cuánto tiene de pluri y cuánto de nacional. En sí esto no supondría una contradicción con la historia y la doctrina del PSOE, que lleva en sus genes y en sus documentos el federalismo, pero los movimientos de Sánchez no están motivados por la ideología o el sano pragmatismo político, sino por el puro interés personal, de ahí sus legendarios bandazos.

El problema de Sánchez es que no tiene una idea clara de cómo se debe integrar a Cataluña en España, algo que es esencial para empezar a resolver el problema. Por ahora, lo único que sabe es que, para seguir habitando en la Moncloa, necesita la abstención de los diputados de ERC, quienes, asimismo, dependen de lo que digan hoy unas bases radicalizadas por cuarenta años de adoctrinamiento. Se nos viene a la mente una vieja maldición: "Pájaro seas y en manos de niño te veas".

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