El parasol

No parece que el Gobierno vaya a pasar a la Historia como ejemplo de eficacia en su combate contra el virus

Según parece, el señor Gates, Bill Gates, ha encontrado la solución para el calentamiento global, la cual no es otra que poner una sombrilla en órbita, que aminore los rayos del astro rey y convierta nuestros veranos en una suerte de Baden-Baden metalizado y posmoderno. Bien es verdad que este Bill Gates es el mismo que ha urdido todo este asunto del coronavirus, con el fin de controlarnos mediante un chip (recuerden a nuestros amigos de la conspiración mundial), siendo así que su última acción malévola quizá haya sido quitarnos al ministro Illa, ahora que iba a comparecer en el Congreso, y lo ha mandado (¡bip-bip-bip!) a capitanear la toma de los Països catalans.

Como es obvio, no alcanzamos a saber si una solución tan sencilla acabará con el entuerto climático. Lo que sí sabemos, con total certidumbre, es que la solución, si existe, vendrá del lado de la ciencia. Ya ocurrió así con la Revolución verde de los 60-70, que proporcionó alimento abundante y barato a un planeta que había aumentado exponencialmente su población. Y acaso también ocurra ahora, como vemos por la acelerado acopio de hallazgos y soluciones que, casi a diario, se ofrecen a una sociedad perpleja, atemorizada y confusa. Según conocíamos ayer, el antiviral de la farmacéutica española Pharmamar resulta cien veces más efectivo que el actual. Y es seguro que las investigaciones en curso tendrán repercusiones y obrarán beneficios en campos y enfermedades que hoy desconocemos. El asunto, claro, es que aguantemos vivos mientras llega y no el viático que nos permita hacer, con ciertas garantías, esta travesía medieval, este viaje a la Europa pestífera, glosada minuciosamente por Benedictow, ahora que los pensadores hodiernos habían dictaminado que la Historia y la verdad no existen y son fruto espurio y calculado del poder.

Sin embargo, el poder, ante esta imperiosa visita del azar, se ha mostrado bastante mezquino y poco flexible. No parece que el Gobierno de España vaya a pasar a la Historia como ejemplo de coordinación y eficacia en su combate contra el virus. Y tampoco en su diligencia al prevenirlo en las sucesivas oleadas. Todavía hoy, existe la fundada sospecha de que las normas de confinamiento están vinculadas al calendario electoral de Cataluña. De modo que, gracias a la pandemia, hemos conocido la parte más deleznable de la política y la apresurada lucha por la verdad que impele al científico. Una verdad, recordemos, que según la posmodernidad no existe, pero que salvará la vida a los posmodernos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios