Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

¿Qué nos pasa?

Tenemos un problema grave de falta de calidad de gobierno, pero también de falta de responsabilidad social

No pasa un día sin que alguien en Europa o en el mundo se lleve las manos a la cabeza por lo que está pasando en España. El último, por ahora, el ministro de Sanidad alemán, quien, al tiempo que recalcaba la prohibición a los ciudadanos de su país de viajar al nuestro, mostraba su estupor por el hecho de que el Estado de la UE que aplicó un confinamiento más duro y prolongado esté hoy a la altura de Bolivia o de Brasil en escalada de contagios, hospitalizaciones y fallecimientos, y lejos de los parámetros europeos de evolución de la enfermedad. Tampoco pasa un día sin que una institución financiera, sea nacional o extranjera, exprese su alarma por la marcha de la economía española que está ya a la cola mundial en cuanto a expectativas de salida del túnel. Ayer fue el Banco de España el que avisó de la necesidad de controlar los rebrotes. Pero la víspera fue Funcas y poco antes, la OCDE.

¿Qué nos está pasando? Parece claro a estas alturas -medio año ya desde que todo estalló a mediados de marzo- que tenemos un problema grave de calidad de gobierno, tanto en la Administración central como en las comunidades autónomas y ahí está la vuelta al colegio para demostrarlo. Pero también hay un sector muy importante de la sociedad que, animado por esa indolencia que emana de sus gobernantes, ha decidido vivir como si no pasara nada o, lo que es peor, pensar que con llevar una mascarilla colgada del codo ya hacen todo lo que tienen que hacer y que, como en los accidentes de tráfico, a ellos nunca les va a tocar.

El cóctel es explosivo. Hemos vuelto a escalar al pelotón de cabeza de países del mundo que peor lo están haciendo, pero no parece que a nadie le importe demasiado. Ahí tienen al Gobierno de España gastando las escasas energías que parece capaz de desplegar en resignificar -el neolenguaje que quieren imponernos es terrible- el Valle de los Caídos o en prohibir la existencia de la Fundación Francisco Franco, con lo cual muchísimos españoles se han enterado de que existía. Si no tuviésemos encima todo lo que tenemos, el debate sobre la selectiva memoria histórica de la vicepresidenta Calvo daría para mucho. Pero no están los tiempos para perderse en minucias que interesan sólo a los muy aficionados.

Lo cierto es que la realidad de cada día y el horizonte más próximo dan miedo y que parece que lo único que nos puede salvar es un milagro en forma de vacuna rápida y efectiva. Por soñar que no quede.

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