Los patos del genil

Un amigo se extrañó de que con todo lo que está pasando en el mundo me preocupase por los patos

Llevo unos días preocupado por los patos del Genil y por las palomas del Paseo del Salón. En estos tiempos de confinamiento ya no hay jubilados que les lleven de comer o que les echen migajas de pan. Al protagonista de El guardián entre el centeno, la famosa novela de J.D. Salinger, le entró una especie de obsesión por saber a dónde iban a parar en invierno los patos de Central Park.

Pues a mí lo que me preocupan es quién le echa ahora de comer a los patos del Genil, descendientes de aquellos que trajo Jara cuando cementó el río.

Llamé a un concejal de la oposición y se lo pregunté.

-¿Qué quién le echa de comer a los patos? Yo que sé. ¡Vaya pregunta!

Y colgó. Comprobé que a los concejales de la oposición no les interesa nada de lo que no vayan a sacar rentabilidad política.

Luego llamé a un concejal del equipo de Gobierno y cuando oyó mi pregunta dijo:

-Joder. Pues no sé, pregunta en el Área de Mantenimiento. Allí llevan el tema de los parques y jardines.

Comprobé entonces que cuando alguien que está en el poder tiene un problema que no sabe cómo resolver, se lo pasa a otro departamento.

Llamé al Área de Mantenimiento y se puso un joven que debía estar en prácticas a juzgar por su respuesta:

-¡Ah! ¿Pero es que en el Genil hay patos?

Comprobé entonces que en la Administración nadie se entera de nada.

Me había prometido no desesperarme. Las obsesiones, si se toman por el lado divertido, pueden llegar a ser gratificantes para el espíritu.

Llamé a un amigo que sabe todo lo que pasa en Granada, es un granadinófilo empedernido. Por saber, sabe hasta la talla de la camisa que llevaba Isabel la Católica cuando vino a conquistar Granada. Al hacerle mi pregunta, respondió.

-¿No tienes otra cosa mejor de la que escribir? Con lo que está pasando en el mundo… ¿te preocupas por los patos y las palomas?

Entonces comprobé que los expertos siempre consideran importante aquello que ellos llevan entre mano y que lo que llevan los demás son chorradas.

Total, que me quedé ese sin saber quién les echa la comida a los patos del Genil, a las palomas del Paseo del Salón y a los gatos del Darro en este tiempo de confinamiento. La semana que viene lo intento otra vez.

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