El lanzador de cuchillos

Los payasos del régimen

Estoy cansado de escuchar a los solemnísimos y pedantísimos teóricos del asunto que el humor es un instrumento contra el poder

Sabemos por Almudena Grandes -recientemente premiada, como su marido, por el gobierno de Pedro Sánchez- que España es una idea de derechas. Por eso, a una televisión de obstinada militancia izquierdista como La Sexta le resulta natural mofarse de sus símbolos y darle pábulo a todo aquel que tenga un interés directo o implícito en desmontarla.

Estoy cansado de escuchar a los solemnísimos y pedantísimos teóricos del asunto que el humor es un instrumento contra el poder. Desde luego no en la tele de Roures y Ferreras, donde los cómicos sólo azotan a la oposición, mientras que con el gobierno frankenstein del doctor Fraude se muestran siempre obsequiosos y comprensivos.

El tan cacareado sketch de la bandera es la representación más fiel de lo que entiende por sátira un payaso del régimen. En la escenita, Dani Mateo se agarra a todos los tópicos para dar coba a quienes mandan actualmente en España y sus periferias. Ya se sabe, además, que los espectadores progres se sientan ante el televisor como las beatas en misa de nueve: esperando la confirmación de sus certezas en comunión con el mensaje del oficiante. Los caricatos, como las escorts, viven de gustar a su clientela, y la de El Intermedio se parte la caja cuando un tío se limpia los mocos en la bandera que representa a la denostada España constitucional, heredera vergonzante del franquismo.

Asistimos, impotentes y perplejos, a un tiempo infame en el que crecen los púlpitos y la inteligencia mengua. El número de Mateo fue un ejemplo de lo que digo, un mensaje tramposo dirigido a eso que llaman "la audiencia", bloque sólido y pastueño que manifiesta su voluntad con una sola voz. Fue el suyo un discurso demagógico, que buscó en todo momento el aplauso fácil del coliseo tuitero y la complicidad ratonil de los monegales de turno.

Dice Boadella que un comediante es un pícaro y un compulsivo manipulador de la realidad, lo que no le exime de una cierta responsabilidad ética. Pero ojo con atreverse a cuestionar el credo trinitario de los humoristas progres: la superioridad moral, el monopolio de la ofensa y la exclusiva del ingenio. Porque, aunque la izquierda actual es un brebaje insustancial y huero, su objetivo es el de siempre: silenciar a los herejes y arrinconar al discrepante. No es preciso aclarar que los tiros de gracia son un anacronismo abyecto: basta, llegado el caso, con un par de tuits de Wyoming, tildando de fanáticos, gilipollas, descerebrados y corruptos a los que ya están hasta las narices de ser siempre los que ponen la cara y reciben las hostias.

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