Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

De película

Como vemos tantas películas y series, cada vez nos cuesta más trabajo distinguir lo soñado de lo vivido

Anoche soñé con la última escena de El tercer hombre, yo hacía de Joseph Cotten, el actor que, en mitad de una larga avenida otoñal, espera a que Alida Valli, uno de los rostros más hermosos del cine, pase a su lado sin mirarlo, ensimismada en su dolor. Antes soñaba con que jamás aprobaba la carrera por culpa de la Paleografía, asignatura que suspendí cinco veces. O con la niña que me abofeteó cuando rocé con mis labios su mejilla, en el primer ensayo fallido de beso. Pero, ahora, con tanta película, con tanta serie, con tanto documental y con tan poco contacto con gente, me veo en mis sueños como asesor del presidente de los EEUU, aconsejándole abatir con un dron a un temible terrorista; o como profesora de filosofía alcohólica, debatiendo en clase sobre si es ético dejar morir a un anciano para salvar a un joven. Cuando no es que me sueño como cultivador de plátanos en Hierro; padre protector, delincuente confeso y colaborador a tiempo parcial de una jueza a la que seguramente en la próxima temporada tiraré los tejos, para terminar siendo aceptado por ella. Cada vez me cuesta más, como al Segismundo de La vida es sueño, distinguir lo soñado de lo vivido. Y, aunque hace muchos años que leí la obra de Calderón, recuerdo algunos versos tan nítidamente como la escena de El Gran teatro del mundo en la que Dios se dejaba ver por el primer piso del escenario de un Corral de Comedias de Almagro recién restaurado, allá por los 50. Ahora, en el duermevela, e incluso despierto, me sorprendo recitando aquello de Segismundo "¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño: / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son". Y como uno de los efectos nocivos de la pandemia es que nos hemos vuelto algo transcendentes, me da por pensar que si no habremos vivido siempre en las películas que guionistas y directores geniales inventaron para nosotros y en las que hemos sido simples extras. Sueños de redención, sueños de salvación eterna, sueños de cambio y transformación, sueños de progreso, sueños de mejora, sueños de sanación, sueños de vacunación. Porque, desde que salimos del seno materno, nuestra vida es un recular hacia el origen, huyendo de la muerte. Pero, como esto es imposible, para sobrellevarlo, nos hemos dejado embaucar por infinidad de películas y cuentos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios