Tras la conversación de este jueves entre Putin y el presidente francés Macron, éste quedó convencido que en el conflicto con Ucrania por la invasión y el ataque ruso a este país, lo peor está por llegar. Estamos viendo imágenes desgarradoras de un ataque sin piedad que afecta duramente a la población civil.

Cientos de miles de personas están saliendo de Ucrania en lo que se ha convertido en un éxodo que requiere un esfuerzo de acogida al que la Unión Europea está respondiendo con una actitud de solidaridad ejemplar. Y lo lamentable es que lo peor está por llegar.

No sólo porque Putin se muestra decidido a continuar sus ataques castigando a las ciudades más importantes de Ucrania y masacrando a la población, sino porque los destrozos en las infraestructuras básicas se traducen en situaciones sin agua potable, sin energía para calefacción o sin suministro regular de alimentos.

La guerra en Ucrania me vuelve a reafirmar en un sentimiento y una convicción que adquirí en una experiencia personal que tuve la ocasión de vivir en Bosnia a finales de los años 90, en diferentes estancias en aquel país en acciones de cooperación desarrolladas en mi condición de profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública para la reconstrucción sanitaria en Mostar, Sarajevo y resto del país.

En aquella experiencia pude comprobar que la paz y la prosperidad en un país o en una región no se alcanza y ya es irreversible. Todo puede ser efímero. La paz y la convivencia hay que cuidarlas y alimentarlas cada día.

Y los enemigos de la paz son individuos como Putin en este caso o como Radovan Karadzic y Ratko MIadic en el caso de la guerra en los Balcanes. Individuos que las sociedades no debieran permitir jamas que llegasen al poder, pues son capaces de protagonizar la estás catástrofes humanas.

Se hace necesaria la reacción solidaria de la ciudadanía de todo el mundo y una respuesta de apoyo con recursos militares por parte de Europa hacia Ucrania, junto a las sanciones económicas, para tratar de parar este horror de guerra en una situación en la que todo apunta que lo peor está por llegar.