Cómo se perdió el Oeste

El país es hoy en día una sociedad dividida y en retroceso cultural, democrático y económico

Hace años lo que venía de Estados Unidos me gustaba. Sus películas eran capaces de emocionar, nos hacían soñar con parajes infinitos donde los últimos hombres auténticamente libres avanzaban cada día hacia el horizonte, y con ellos la frontera se movía y el mundo se ampliaba. Y todo era posible, porque todo estaba por hacer. Sus escritores nos llevaban a navegar por ríos enormes y a vivir aventuras donde la inocencia aún era posible. En otras ocasiones nos divertían asustándonos o nos invitaban a emprender viajes por carretera que en nada envidiaban a los que Ulises hiciera camino de Ítaca. Y la música, que servía tanto para combatir las guerras, llenar de flores las cabezas de los jóvenes que soñaban con hacer surf en California, como para convertir en héroes a los perdedores más olvidados. Todo lo que provenía del país de John Ford, Mark Twain, Edgar Allan Poe, Herman Melville, Jack Kerouac, J.D. Salinger, Bob Dylan o Bruce Springsteen me hacía soñar con las cuestas de San Francisco, las abarrotadas calles de Manhattan, las montañas rocosas o las puestas de sol de Key West, donde poder quizás encontrarme con Hemingway. Las sitcoms, desde Cheers a Friends mostraban que la amistad y el humor eran el mejor antídoto para cualquier enfermedad. Los policías de Hill Street Blues me convencieron de que estábamos a salvo gracias a que, pese a estar sumidos en el caos permanentemente, había más gente buena que mala de nuestro lado. Sí, hubo una vez en que Estados Unidos nos atrajo tanto que hicimos nuestras su cultura y modo de vida.

Pero el tiempo ha agriado aquel excelente vino. Ahora permiten que el uso de armas prolifere e ir al colegio sea algo más peligroso que formativo. Prohíben que las mujeres puedan decidir sobre su propio cuerpo y anulan derechos aprobados hace medio siglo. El partido Republicano ha caído en manos de la extrema derecha más reaccionaria. Los seguidores de Trump jalean las ideas de quien aleccionó a tomar el Congreso a la fuerza. Los grupos ultra religiosos se han adueñado del voto de las clases populares blancas cansadas y perplejas ante el final de su supremacía. El país en el que abundaban las oportunidades es hoy en día una sociedad dividida y en retroceso cultural, democrático y económico. Hubo un tiempo en que los antepasados de los actuales norteamericanos, se dirigieron allí en busca de su destino. Ahora viven desorientados. Asustados, han dejado de buscar nuevas fronteras y en sus praderas ya no hay caballos salvajes sino alambradas.

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