La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

El perdón

Es su estrategia a corto plazo quien firma ese su comunicado hipócrita. Sólo buscan ventajas para sus propios presos

Eta nunca exhibió misericordia alguna. Amparados en la fuerza de sus balas 9 mm. parabellum y en el dolor de su violencia, trataron de imponer su pena de muerte contra quienes les negaban los derechos que inventaban para el pueblo vasco. De su afán por la paz han dado buena muestra sus bombas, sus secuestros y sus asesinatos.

Hoy los etarras que quedan no iban a ser distintos. El Estado de derecho los ha derrotado. Nos dan su último ramalazo de rencor con una declaración explícita de odio. Como epílogo a su macabra carrera nos han puesto otra bomba. Han perpetrado un atentado póstumo contra sus víctimas con el eufemismo como munición literaria. Y piden perdón por escrito, pero a su manera, sólo para los suyos. Necesitan blanquear su negrura.

Han dejado claro que a los de uniforme no les ruegan clemencia a pesar del dolor causado. Su detonación, a la que llaman comunicado, nos viene a decir que sus tiros en la nuca eran merecidos. Que la explosión de vehículos militares, el secuestro de civiles y la muerte de niños provocada por su intransigencia, fue un instrumento del que no reniegan. Que se arrepienten, pero sólo del dolor causado a una parte de las víctimas; que el conflicto surgió porque no les dejaron otra salida. Justifican ser personas de paz de ETA con aquella su cruel guerra.

Ni una sola ley, ningún reglamento, ni siquiera artículo alguno de nuestro ordenamiento legal ha sido escrito o modificado tras el terror de su violencia. Han perdido su batalla pero no se crujen las rodillas pidiendo perdón como se las crujieron a Miguel Ángel Blanco antes de ejecutarlo. Se les ha derrotado con toda la fuerza de la ley en la mano, pero eso no lo reconocerán jamás. Es su estrategia a corto plazo quien firma ese su comunicado hipócrita. Sólo buscan ventajas para sus propios presos.

Y el perdón de las iglesias vasca y navarra, que huele más que duele. Un reconocimiento que viene de ministros que Dios ordenó para conducir a todas las almas, sin descartar ninguna por vestir uniforme. Desde su ejercicio pastoral olvidaron defender a quienes ponían en juego su vida contra quienes sólo trajeron la muerte. Ni un funeral digno les daban. Ni consuelo siquiera repartían para las familias doloridas. Hoy les ofrecen su penitencia, pero no hallarán olvido, ni encontrarán fácilmente el perdón.

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