Más perros y menos niños

El mundo feliz de Aldos Huxley acabará siendo tan real como el de la rebelión en la granja de Orwell

La verdad es que, como se está poniendo la cosa, hay que echarle valor para decidirse a traer niños al mundo, al menos de una manera consciente y deseada. Hace unos días paseaba con un amigo por las calles del centro y nos cruzamos con un matrimonio, perdón pareja, que conducía un carrito con dos mellizos de escasos meses y otro niño de unos tres años que iba subido y agarrado al mismo carro, como viajaban los antiguos en la jardinera del tranvía. Una vez pasaron, mi acompañante no lo pudo evitar y comentó: Qué valor tienen. ¡La que les espera!

Al principio me quedé un poco confuso, pero pronto comprendí el sentido de sus palabras. Los que ya tenemos una cierta edad, fuimos herederos de un mundo en el que se tenían en cuenta la honestidad y el trabajo; la dignidad y la honradez estaban por encima del interés personal y la verdad, se pensaba, acabaría resplandeciendo y, como dice el relato evangélico, nos haría libres. Los nacidos entre las décadas de los 50 y los 80, recibimos el legado de una generación anterior que, a falta de otras muchas cosas, se dedicó a trabajar y a transmitir una serie de valores que actualmente cotizan a la baja. El ahorro retrocede en favor del consumo y el endeudamiento, el justiprecio ha dado paso al abuso, el fraude forma parte de la vida cotidiana, el silencio ha sido desplazado por el ruido, la humildad y la prudencia han sido sustituidas por la prepotencia y la petulancia.

De aquél lema de la imaginación al poder, hemos pasado al triunfo de la necedad. A las generaciones venideras les va a quedar un mundo vacío en el que los individuos serán incapaces de pensar y decidir por sí mismos. Una sociedad servil y gregaria de borregos fácilmente manejables por perros pastores que actúan desde los medios de propaganda. El mundo feliz de Aldos Huxley acabará siendo tan real como el de la rebelión en la granja de Orwell. El planeta en manos de cuatro o cinco magnates que juegan con él como Chaplin con el globo terráqueo en la escena de El gran dictador. Esperemos que no explote. El futuro de esos niños que iban en el carrito nadie sabe cómo será, pero las previsiones no son halagüeñas, aunque si algo caracteriza al ser humano es su capacidad para sobrevivir a situaciones adversas. De momento reina la incertidumbre. Me explico que al pasear por las calles, cada vez se vean más personas con perros y menos con niños.

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