Una persona, un voto

Dando voz a la militancia y abriendo los procesos, se manda a la sociedad un claro mensaje: todas las voces cuentan

Vivimos en un mundo extraño en el que casi nada es lo que parece. La posmodernidad, la globalización, la sociedad líquida de Bauman…un contexto extraño lleno de contradicciones.

Aunque la brecha entre países ricos y pobres y, aún dentro de cada país, la distancia entre quienes tienen bienes y riquezas y quienes ven aumentar sus necesidades es cada día más acusada, lo cierto es que la democracia se ve ya de forma unánime como el mejor de los sistemas políticos posibles.

Pero, en ese momento extraño que nos ha tocado vivir, la democracia es el anhelo al que aspiramos incluso quienes vivimos desde hace más de 50 años en ese paradigma. Queremos más democracia, más participación, más libertad, más y más de todo. Sin darnos cuenta de que no se puede sorber y soplar.

La democracia requiere participación, cierto. La participación requiere tiempo y responsabilidad y, sobre todo, sentido de pertenencia y de grupo. Lo de "lo mío primero" no vale para una democracia sana. Y da igual si lo mío es mi patria, mi bolsillo, mi sentimiento o mis impuestos. Si no pensamos en lo colectivo simultáneamente, poco vamos a construir. Si no consideramos el total por encima de las partes, poco vamos a mejorar.

Viene esto a cuenta de la participación en los partidos políticos y la dificultad que tiene regular un sistema de democracia directa que contente a todas las sensibilidades. Y, como cualquier otra institución humana, los partidos políticos se adaptan a la realidad que les toca vivir. O desaparecen.

Las elecciones primarias que celebra desde hace años el PSOE son una clara muestra de todo lo anterior. Y son también una oportunidad para que ese partido, con 142 años de historia, siga demostrando que acercarse a la vida real es el mejor camino para seguir siendo una de las mejores herramientas con las que las personas anónimas podemos, también, cambiar el mundo.

Aunque sea un proceso interno, su trascendencia es hacia dentro y hacia fuera. Porque son la concreción de aquello que se predica: más participación, más democracia. Dándole voz a su militancia y abriendo los procesos que se denominan orgánicos se está mandando a la sociedad un claro mensaje: todas las voces cuentan, con el mismo valor, en la construcción del proyecto común. Y eso, ahora mismo, es importante. Y es necesario.

Ojalá, dentro y fuera de los partidos políticos, consigamos que todas las personas tengan voz y que es voz sea escuchada.

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