En puertas de las elecciones locales del 26-M, mientras nuestros alcaldables se desviven por vendernos ridículos o polémicos megaproyectos o promesas de lo más variopintas, algunas inviables, otras estrambóticas, otras grotescas, otras innecesarias… y que probablemente ni cumplirán, por falta de tiempo, de dinero o de ganas, los granadinos pensamos en clave completamente distinta a la de estos señores, que probablemente ni se acuerden de nosotros cuando consigan el preciado -o depreciado, según se mire- bastón de mando local.
Y es que los ciudadanos no le pedimos la luna al futuro alcalde, sino cosas mucho más sencillas y factibles de realizar en 4 años de mandato.
Una ciudad limpia: libre de grafitis y pintadas -no se libra ni la Catedral-, de carteles y anuncios en vallas, muros, fachadas o cristales. De millones de pegatinas de cerrajeros en portales, buzones, tuberías o cajones de electricidad. De colchones, ropa, muebles rotos, etc. apilados junto a los contenedores de basura. De chicles pegados en las aceras.
Una ciudad que mantenga el ornato público: edificios con fachadas limpias y bien pintadas -dense un paseo por Huétor Vega para saber a qué me refiero. Municipio, por cierto, también libre de la plaga de los grafitis y pintadas-. Edificios sin amalgamas de cables de todo tipo y mantenidos en buenas condiciones.
Una ciudad con elementos y mobiliario urbano en buen estado: sin parques con bancos rotos, sin fuentes rotas o sin agua, sin pavimentos a los que faltan losetas, sin calles con baches, sin aceras con desniveles o agujeros que hacen que demos un traspiés un día sí y otro también. En fin, más cuidada.
Una ciudad más homogénea en sus elementos urbanos -ya que los contrastes urbanísticos fruto de pelotazos del pasado poco remedio tienen-: sin contrastes tan sorprendentes como las farolas de alcayata junto a otras de fundición del s. XIX y a otras tipo autovía. Y qué decir de las aceras…
Una ciudad con un transporte puntual y eficiente, y no con eternas esperas para que luego vengan 4 autobuses de la misma línea seguidos, uno tras otro -el otro día me pasó con el 33-.
Una ciudad que estimule la vida en el centro y en los barrios: con ayudas a la rehabilitación y al comercio.
Una ciudad amable: que penalice las movidas y las despedidas de solteros, con gentes disfrazadas de todo por las calles, dando voces y tirando al suelo todo lo que se beben y comen.
Yo no te pido señor alcalde… La segunda entrega, la próxima semana.
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