Que no se pierdan las viejas costumbres. Ese carajillo a primera hora de la mañana, las poses en los perímetros de seguridad de las obras y, por encima de todas ellas, la petanca. Ese fantástico juego que, quién sabe, quizás llegara a ser otrora el segundo deporte con más licencias en las calles y plazas de nuestros barrios. En cada rincón, cada día, auténticos profesionales de las bolas intentando atinar para llenar de alegría y felicidad las tardes. Aunque sólo fuera una sensación efímera de aquella época en la que la palabra 'móvil' únicamente significaba "que puede moverse o se mueve por sí mismo".

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