Aveces uno se da cuenta que el tiempo y las palabras no dicen nada. Que están vacías. Que chocan entre ellas y, como espuma de mar, se van, se pierden, regresan donde vinieron. Sin decir apenas nada. Hoy es una de esas tardes, de las que miro a través del horizonte, y el horizonte está vacío. Será que a veces uno se va agotando entre tantas y tantas ideas que te asaltan cuando por fin decides darles imagen y razón a través con tu bolígrafo.
20 del 20 del 20. Estoy como el día, lleno de algoritmos planos, tan planos como el folio que lentamente cobra color y continuamente se emborrona. Lógico. Sobretodo, después de un día de tractorada, de nervios, son las siete y aún no ha llegado, dónde estará… intranquilidad y desasosiego. Todos defendimos la reclamación de los agricultores. Muchos con convicción, con vehemencia. Toda la semana. Defendimos la legitimidad de la molestia ciudadana en los límites solicitados por quienes sufrimos el colapso. Lo disculpamos. Aceptamos el envite de desorganizar vidas, familias, trabajos y otros encuentros. Los defendimos. Creímos en sus ideas y en su reparación. Hasta quienes, atrapados en la autovía, su filosofía de vida y convicción les llevaba al encuentro de su defensa. Muchos, con una sonrisa.Creímos, sí. Hasta las cinco. O hasta las cinco y media. Las seis. A las siete, ya no creían, ni apoyaban. A las siete la legitimidad erraba más que perdida. Y vino el nerviosismo y la confusión, el desencuentro y el hartazgo. Vino, aun peor, el enfrentamiento con cuatro piquetes y saltabalates que trataron de perjudicar la imagen de todo un día de reivindicación justa. Y vino la reacción, la manifestación y la furia de los atrapados en la circunvalación, de los colapsados, de los injustamente coaccionados por aquellos que sólo pretendían que ese día fuera recordado por desorden, miedo y confusión.
Toca felicitar a los organizadores y comprender a los que defienden el campo como su vida. Y su pan de cada día. Toca defender a los que entendieron el mensaje de una sociedad entregada a su causa y solicitaron a la Subdelegación de Gobierno diera fin a aquello y levantara los piquetes. Agradecimiento, consideración y máximo apoyo. No podemos dar otra cosa.
A los demás, a los cuatro saltabalates que intentaron desprestigiar la manifestación -ésta y otras muchas-, que aprendan y respeten una sociedad en la que pierden, han perdido, su sitio y nuestro respeto. Y a quienes ostentan un cargo publico y obligación social, a quienes el cargo les impone actuar, a quienes debían haber auxiliado a la sociedad pacífica, pero optaron por permitir algarabías y cortes de carretera, que reflexionen. En ocasiones, a veces, como la otra tarde, el uso de la fuerza es legítimo. Y democrático. Y hasta sano para una sociedad que postula su pacífica convivencia.
Dietrich Bonhoeffer, un líder religioso alemán que encabezó la resistencia contra el nazismo, decía que la acción política significa la percepción de la responsabilidad. Y que aquella no podía acontecer sin el uso de la fuerza puesta al servicio de la responsabilidad. Quizá por ello hoy que escribo esto, 20 del 20 del 20, me sienta tan plano… y mucho, mucho más inseguro…
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