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rafael / sánchez Saus

Nuestra pobre izquierda

POBRE esta izquierda que amasa ayuntamientos, autonomías y escaños, maneja los medios y las redes sociales, controla la educación, condiciona todo el panorama de lo tenido por cultura y con sus leyes inventa la Historia, se nos mete en la cocina y en la cama, en las conciencias y hasta en la identidad sexual de cada uno?

Pues sí, amable lector, pobre de solemnidad, pobre como esos pobres a los que no les queda sino robar para comer, salir a la plaza a ver a quien sablean hoy para no conocerlo mañana. Una izquierda desnuda de sus viejos referentes y tullida ideológicamente desde que le cayó encima, con todo su peso de soviético hormigón, el Muro de Berlín hace ya casi treinta años. Más allá del odio nibelungo a una imaginaria derecha que apenas existe fuera de sus mentes y sus programas, ¿qué define hoy y viste a la izquierda? ¿En qué emplea la izquierda todo su enorme poder?

Lo acabamos de ver, como cada 8 de marzo, en el Día de la Mujer Trabajadora, fecha mágica para asistir a las bodas de la inanidad y la utopía, a la coyunda del odio con la incapacidad medular para suscitar progreso humano. ¿Qué iniciativas concretas en defensa de la mujer ha planteado este año nuestra pobre izquierda? Atentos a la principal, generadora de inmediato de uno de esos debates que tanto gustan a nuestros políticos: la diputada de Compromís, Marta Sorlí, ha propuesto la modificación del nombre del Congreso de los Diputados para que, siendo sólo Congreso, no discrimine a las mujeres. Implementando, como hoy se dice, la chorrada ahí tenemos al gran ideólogo de la nueva izquierda, Íñigo Errejón, que también exige un "libro de estilo" en el Congreso que imponga el uso de un lenguaje "inclusivo". Y eso en un país donde millones de viudas y ancianas malviven con pensiones miserables, en el que son explotadas sexualmente y obligadas a prostituirse decenas de miles de mujeres, en el que otras muchas se ven inducidas desde todas las instancias a sufrir abortos con los que están íntimamente disconformes; en el que crece cada año el número de hogares a cargo de madres abandonadas que han de hacer frente a un aplastante peso económico y moral. ¿A quién le importan todas estas mujeres con cuerpo y alma? No desde luego a esta pobre y neurótica izquierda que dice defender a la Mujer mientras construye un mundo que devasta a las mujeres.

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