Brindis al sol

Alberto González Troyano

El poder de las ilusiones

LA magnitud de las movilizaciones secesionistas en Cataluña ha provocado estos últimos años una larga serie de lamentaciones. Pero quizás sea necesario, alguna vez, cambiar ese enfoque lastimero y plantear si es posible extraer -de esta triste experiencia- alguna enseñanza positiva. Para ello habría que empezar por reconocer que algo han hecho bien los nacionalistas para conseguir tal estado de exaltación en una población, hasta hace poco, mayoritariamente sensata y comedida.

Ya, de antes, existía un caldo de cultivo independentista bien engrasado y dispuesto para acoger los discursos más radicales, pero en poco tiempo se han dedicado, sin pudor, a manipular; sin temor, además, a réplica interna alguna. También sin rubor han construido la imagen negativa de un enemigo, justificando así su papel de víctimas ("el otro siempre es el malo que no me permite realizarme plenamente") y, día tras día, han alimentado el rencor y el resentimiento hacia el resto de los españoles.

Pero todos estos procedimientos ya han sido desvelados en prensa y libros, y desmitificados con solvencia. Es otra la cuestión que aquí se quiere abordar: ¿Estos perversos mecanismos de persuasión hubieran sido tan eficaces si no se hubieran envuelto en un proyecto, en una idea-fuerza, capaz de ilusionar? Porque ese es el gran logro de estos independentistas: haber sabido vender a ciudadanos cargados de frustraciones, fracasos y angustias, la ilusión de que la independencia resolvería sus problemas. En este recurso, el de recrear una ilusión potente y movilizadora, se esconde la clave-señuelo que ha permitido al nacionalismo potenciar la veta narcisista ("nosotros no sólo somos distintos, también mejores") que anida en todo separatismo. En principio, inventar una idea ilusionante parece algo etéreo y vago, pero, debe reconocerse que en Cataluña ha funcionado muy bien, al margen de que haya enmascarado designios más oscuros.

Y ha funcionado aún mejor porque -si se exceptúan dos o tres empresas políticas y civiles muy dignas- ninguna ilusión global se ha creado desde los ámbitos no nacionalistas para contrarrestar el efecto ideológico demoledor del reto secesionista. Pero hay que aprender de nuevo a elaborar ilusiones, aunque no con malas sino con buenas artes. Que las hay. ¡Qué gran proyecto para unos partidos que, en el día de hoy, sólo pugnan por el poder político, sin saber que, como se ha mostrado en Cataluña, el nuevo poder está en las ilusiones!

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