La política del Twitter

Sólo sobre la premisa de la inmediatez como nueva variante de la política puede entenderse la propuesta de Sánchez

Los que somos de periódico y café en el bar de la esquina por la mañana, desconfiamos de las supuestas bondades del Twitter como principal instrumento para obtener la información, aunque no hay que ser alumno de la Singularity ni tener un máster (toquemos madera…) en redes sociales para apreciar las inobjetables utilidades de los avances tecnológicos. Pero nos sigue pareciendo un tanto infantil, incluso frívolo, que políticos de primer orden con altas responsabilidades despachen sus ocurrencias a la concurrencia a golpe de tuit, como si todo el país fuera un inmenso chat de adolescentes. Es lo que demanda el mercado, también el electoral, supongo, y cuando todos lo hacen (¡hasta Rajoy, con la pinta de analfabeto digital que tenía!) será porque las nuevas vías de comunicación lo hacen poco menos que indispensable.

Sólo sobre la premisa de la inmediatez como nueva variante de la política puede entenderse la propuesta lanzada a bote pronto por el presidente Sánchez ante lo más granado del capitalismo patrio, nada menos que una reforma constitucional a aprobar sobre la marcha con el único objetivo de limitar los mal vistos aforamientos. Yo, adelanto, no estoy de acuerdo ni con una cosa ni con la otra, y no tanto por el fondo, sino por la forma. Que todo un presidente del Gobierno, por muy maniatado que esté para el ejercicio efectivo de sus políticas, plantee con tal ligereza nada menos que una reforma constitucional, dice mucho del poco respeto que cada vez más dirigentes guardan hacia nuestra ley fundamental, acaso una antigualla molesta para algunos, la misma que pretenden modificar sin el más mínimo debate ni sosiego.

En realidad, este lanzar al viento las ideas más peregrinas sin una mala reflexión (unos minutos después de la propuesta presidencial, desde Moncloa tuvieron que emitir un comunicado matizándola) tiene mucho que ver con esta política del Twitter que comentábamos al principio. El mensaje corto con consignas de lo más simplistas dirigido a un público acostumbrado ya a leer sólo por el teléfono móvil es lo que se estila en esta política low cost de hoy. Menos mal que aquellos políticos formados de la Transición a los que algunos hasta se permiten ningunear se guardaron de dejarnos una Constitución a salvo de oportunistas. Claro que en aquellos tiempos no había ni másteres, ni Facebook ni Twitter. Ni falta que les hacía.

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