la tribuna

José María Rueda Gómez

La política sí pasa por la calle

POR mucho que le pese a la derecha política de este país, la política, hoy, si pasa por la calle. Son ya varias las ocasiones en que diversos representantes del PP han manifestado públicamente lo contrario. La última, el subdelegado del gobierno en el Acto conmemorativo del 34º aniversario de nuestra Constitución, que afirmó, literalmente, lo contrario del título de estas reflexiones.

Es obvio que la expresión de la pluralidad política de un país como el nuestro encuentra sus cauces institucionales bien definidos en la propia Constitución. Es decir, mecanismos de elección democrática de los representantes públicos, órganos donde expresar esa representación (Congreso de los diputados y Senado), partidos políticos como vehículos a través de los cuales manifestar las diversas opciones políticas, y juego de mayorías y minorías para hacer valer las prioridades y las propuestas de quien goza de mayor respaldo popular.

Pero no es menos obvio que, en la actualidad y siempre, existen y deben existir otros mecanismos de manifestar la opinión, conforme o discrepante, de expresar ideas y posiciones políticas y ciudadanas, en definitiva de participar activamente en política, al margen de los mecanismos convencionales. La propia Constitución, al regular el ejercicio de derechos como el de reunión, de libertad de expresión y de organización, está situando en un plano de absoluta igualdad, las fórmulas institucionales de participación política y las fórmulas asociativas y ciudadanas. Pretender negar esa evidencia, y hacerlo desde una tribuna y una posición pública, es hacerle el peor favor a nuestra norma de convivencia, y hacérselo desde una posición radicalmente injusta, antidemocrática, trasnochada y felizmente superada por la tozudez de una realidad que no se puede negar.

La democracia moderna exige capacidad de rebeldía ante lo que se considera injusto, demanda la posibilidad y el derecho de discrepar abierta y democráticamente con las legítimas decisiones de los órganos encargados de ejercer el poder. Y, por supuesto, exige idéntico respeto a estas formas de participación que a las institucionales. Por eso, las sociedades y la política evolucionan. Por eso, quienes ostentamos responsabilidades políticas estamos obligados a prestar atención a lo que se demanda en la calle, a intentar compartirlo y a incorporar a nuestra práctica política las, en la mayoría de los casos, justas y legítimas aspiraciones de una ciudadanía, insatisfecha y desencantada de la acción institucional.

Porque mejorar y renovar es bueno. Si una parte de nuestra sociedad "no se siente representada" por la política institucional, será por algo. Conviene reflexionar y tomar nota y adaptar nuestro modo de hacer política a esas demandas. Despreciar las mismas no es un camino acertado, más bien es una manera irresponsable y lamentable de cerrar los ojos a la realidad. Aunque quien lo haga pertenezca a la opción política que, coyunturalmente, tenga más respaldo electoral.

La distancia que parte de la ciudadanía tiene ante la política se debe a esa actitud de negar cualquier otra posibilidad de participar fuera de los cauces institucionales. Porque negando esas posibilidades, se cierra el camino a la rectificación, al diálogo para cambiar y a la capacidad de adaptación que nuestra sociedad exige a la política.

Reitero que nuestra Constitución ofrece cauces más que suficientes para vehiculizar la alternativa, la discrepancia, incluso la rebeldía ante el poder. Conmemorar su aniversario despreciando esa posibilidad es pretender despreciar el espíritu constitucional, plural y abierto, que regula a una sociedad moderna. Lamentable modo de ensalzar los valores de igualdad, libertad y pluralismo que nuestra norma consagra, y lamentable modo de volver la espalda a una realidad en constante movimiento y evolución.

Lo más inconstitucional que puede darse es la inmovilidad constitucional, expresamente prohibida en la propia Constitución, que prevé mecanismos de reforma, en la medida en que deba adecuarse a las nuevas realidades o circunstancias, como seguramente son las que están sucediendo en nuestro tiempo, cierto que a un ritmo vertiginoso. Pero ello no es óbice para tener la altura de miras suficiente como para vislumbrarlos con responsabilidad.

Por eso, hoy más que nunca, la política, si quiere serlo de verdad, si está en la calle, en cada rincón y en cada sentimiento, le pese a quien le pese.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios