EN los blogs nos refugiamos escritores sin éxito que hemos encontrado la forma de publicar nuestras cosas sin tener que pasar por la vergüenza de pagarnos la edición. También existen blogs de autores de best sellers en los que éstos recogen halagos y ditirambos. Se ahorran tener que asistir a las presentaciones de libros ajenos a ver si pescan algún admirador que les dé su limosna de excelencia. Pero en esas fiestas cada uno va a por sus halagos y es donde menos uno puede esperar ni compasión ni reconocimiento. Lo más frustrante de los blog es cuando, después de escribir lo que tú crees una entrada esclarecedora sobre los cambios profundos que experimentan las sociedades postmodernas, no recibes ningún comentario.

Es lo que me sucedió con este texto: "No quiero generalizar", escribía en mi blog, "las mujeres preguntadas han sido sólo tres cajeras de Mercadona, dos quiosqueras, una, mayor, que echa la primitiva, y otra, joven, que recarga las tarjetas del autobús. Una empleada municipal, una mercedaria y una chica de unos 30 años que rellenaba la quiniela. Ninguna de ellas ha sabido decirme con seguridad cómo cocer la pescada en rodajas para que no quede ni blanda ni cruda. Una de ellas explicó que había dejado de comprar pescado fresco por miedo a no sé qué enfermedad. Una señora que no estaba en ninguno de los lugares citados, pero que encontré en mi casa, aportó una explicación plausible: en Andalucía se fríe mucho más que se cuece el pescado. Las chicas de Mercadona, directamente, afirmaron que ellas no guisan. Por otra parte, y admitiendo lo reducido de la muestra, ayer por la mañana, seis jubilados con los que me crucé en el barrio del Zaidín, detallaban la receta que iban a cocinar para sus respectivas esposas que esa mañana asistían a un taller de microrrelatos: vichyssoise, lentejas, salmón a la plancha, pimientos rellenos, fumet de pescado y caldereta de conejo con caracoles eran los platos que, bajo la batuta de Arguiñano, iban salir de sus fogones. Cambio climático, pensé. Mientras que las mujeres se inclinan por las barbacoas, como en la Biblia, como en Homero, como en todos los libros sagrados y épicos que se escribieron en torno al siglo VII, antes de Cristo, cada vez más hombres invaden el perfumado reino de las cocinas. El patriarcado se sustentó sobre la carne asada, fácil de hacer en la misma parrilla de las incineraciones funerales, tras la batalla. Si vuelve el matriarcado -y ojalá lo haga pronto para poner un poco de orden en la casa- la thermomix y la vitrocerámica pasarán a manos de Arguiñano y de sus boys".

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