Mar adentro

Milena Rodríguez Gutiérrez

El precio de trabajar seis horas

UN gobierno con mayoría absoluta (absolutísima, habría que aclarar), sin escaños ocupados por la oposición en el Parlamento, tiene derecho a cualquier cosa? ¿Sería legítimo que ese gobierno con tanto apoyo popular convocara un referéndum en el que los ciudadanos tuvieran que pronunciarse a favor o en contra de, por ejemplo, implantar la esclavitud? ¿Y sería legal, legítima, democrática, la esclavitud si el pueblo la aprobara con sus votos?

Aún hay esperanzas para Venezuela: los ciudadanos han dicho no al proyecto de contra-reforma de la constitución (ya bolivariana y reformada en 1999), propuesto por Hugo Chávez. Un proyecto en el que, a cambio de trabajar 6 horas, se le quería colar al pueblo de Venezuela un montón de barbaridades y delirios. Aquí se ha hablado, sobre todo, de la posibilidad que otorgaba a Chávez la nueva Carta Magna para reelegirse indefinidamente. Pero esa era sólo una pequeña parte del proyecto, y, tal vez, no la peor. En los 69 artículos que se intentaban modificar, surgían comunas; propiedad socialista; poderosas asambleas del Poder Popular (llamadas así, a la cubana, como en el país donde popular es sólo un nombre del que ya nadie recuerda su significado); milicias paralelas a las Fuerzas Armadas (éstas pasaban a denominarse Fuerza Armada Bolivariana y se le definía como un cuerpo "esencialmente patriótico, popular y antiimperialista"); se aumentaba el poder del presidente en varias zonas; se recortaba el poder legislativo; se duplicaban o triplicaban los porcentajes exigidos en las iniciativas que partieran de los propios electores; se disminuía el compromiso del gobierno para cumplir acuerdos internacionales... Había, en fin, más delirios y barbaridades que la reelección presidencial indefinida.

En la victoria del no en Venezuela, estrecha pero rotunda, han contribuido los estudiantes, la oposición, antiguos chavistas, chavistas reflexivos y hasta la ex mujer del presidente. Escriben algunos que éste es el principio del fin de Chávez. Ojalá sea así, aunque los venezolanos tendrán que estar alertas: don Hugo ha dicho ya que la victoria es pírrica y sólo temporal.

Merecerían los venezolanos, en sus luchas democráticas, el apoyo de la izquierda europea y española. Esa izquierda que tendría que hacer autocrítica y entender de una vez que no hay que apoyar ciegamente a todo aquel que ofrezca una jornada laboral de 6 horas o eliminar el analfabetismo. Que hay que mirar también lo que no se dice o no se ve: el precio de la oferta. Y preguntarse entonces si merece realmente la pena.

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