Un presidente sin principios

A estas alturas todo español sabe de sobra que la palabra del presidente Sánchez no vale nada

Ya es difícil engañar a tres al mismo tiempo, pero Pedro Sánchez lo ha conseguido. En un solo día, el miércoles, engañó a tres partidos que habían apoyado su prórroga del estado de alarma: a Ciudadanos y PNV porque en cuanto le dieron los votos Adriana Lastra firmó un acuerdo con Bildu; y a Bildu porque a las dos horas de firmarlo el PSOE hizo público un comunicado rebajando lo que recogía el documento.

Días y semanas antes, Sánchez ya había engañado a sus votantes al afirmar que jamás pactaría con Podemos, a ERC al prometer una mesa de diálogo continua con los independentistas, y también al PP porque aseguró a Casado que nunca pactaría con partidos que se sitúan al margen de la Constitución.

Sánchez ha engañado incluso a su propio partido y a su Gobierno. Su ministro Ábalos, que es secretario de Organización del PSOE, contaba este jueves donde Alsina que lo firmado con Bildu no derogaba la Ley de Reforma Laboral en su integridad. Simultáneamente, Iglesias decía en Catalunya Radio que el pacto con Bildu suponía la derogación íntegra de la ley. Al menos un ministro más confesaba a esta periodista que no sabía que se estuviera preparando la firma de un pacto con Bildu y que con toda seguridad había compañeros del Gobierno que no habían sido informados. Daba a entender que ese acuerdo le incomodaba profundamente. Pero ahí sigue el ministro, nadie dimite.

Desde el Gobierno han intentado echar la culpa a Adriana Lastra, una cobardía porque la portavoz no mueve un dedo sin que Sánchez se lo indique o se lo ordene. Es evidente que Sánchez está detrás del pacto con Bildu, a pesar de que ha declarado en innumerables ocasiones que jamás pactaría con el partido que tiene su origen en ETA. A estas alturas todo español sabe de sobra que la palabra del presidente no vale nada, que no tiene principios y que lo único que le importa es mantenerse en el cargo.

Ha encontrado la horma de su zapato en Iglesias que, sabiendo lo que valen los principios de Sánchez, le impone los suyos porque, sin el apoyo de Podemos, Sánchez no tendría más remedio que irse a casa: no encontraría a nadie que le diera su confianza después de haber engañado a todos sin asomo de sonrojo. No queda otra que aguantarse: Sánchez ganó las elecciones. Aunque haya sido dando su palabra de que nunca pactaría con quien finalmente pactó. El resultado de las urnas hay que respetarlo, así que toca apretar los dientes para que no escape el grito de rabia.

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