La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
La ciudad y los días
Una de las claves de la victoria de Trump está en los bolsillos y las bolsas de la compra. Me refiero al nivel de consumo que garantiza el bienestar. Y aunque el resultado me parezca nefasto dadas las características del personaje, la razón bolsillera para votarlo me parece válida. Está mal visto votar pensando en la cartera y en el bienestar personal que el dinero representa. No lo comparto. No creo que sea un voto egoísta y groseramente pragmático. El bienestar propio y de las mayorías es la garantía de la estabilidad de las democracias. Estoy convencido, y la historia lo demuestra, que el bienestar de las mayorías no es consecuencia de las democracias, sino que estas lo son de aquel. Por eso todas las dictaduras, sin excepción, triunfaron en sociedades con pobreza e hirientes desigualdades. Recuerden la Rusia de 1917, la Italia de 1922, la Alemania de 1933, la España de 1934-1939, la China de 1949, la Cuba de 1953. Y pregúntense por qué ni Inglaterra (con la excepción de la de Cromwell) ni Estados Unidos han conocido en toda su historia una dictadura. O por qué la Transición tuvo éxito: no solo por la inteligencia de los políticos, sobre todo porque por primera vez en nuestra historia la clase media era mayoritaria.
Por eso creo que el sistema político ideal –que no es precisamente el que Trump representa, y de alguna forma tampoco los demócratas porque la realidad política, social y económica americana es muy distinta de la europea– es la socialdemocracia: la intervención estatal en el marco de la democracia representativa y la economía capitalista para la redistribución de los ingresos buscando la mayor equidad económica e igualdad que garantice el estado de bienestar. El resultado de estas políticas fue tan espectacular que sus conquistas se convirtieron en universales e irrenunciables también para los partidos liberales. Difieren en sus métodos, pero no en sus objetivos.
Por eso quien vota pensando en la cartera, en la suya y en la de los demás, lo hace pensando en tener –él y la mayoría de la que forma parte– las más dignas condiciones de vida en lo que al acceso a los bienes de consumo, la vivienda, el trabajo, la sanidad, la educación y la seguridad se refiere. Se cumple en esto el clásico “primum vivere, deinde philosophari” que tiene versiones más populares y ajustadas a esta realidad política, como “primum manducare, deinde philosophari”.
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