Quosque tamdem

luis Chacón

El pulso griego

EL año no siempre empieza con la última campanada. Los melómanos aseguramos que sólo lo hace cuando suenan los primeros acordes del Concierto de Año Nuevo y este 2015, política y económicamente hablando, tendrá su inicio el día 25. ¿La hora? En cuanto conozcamos los resultados electorales griegos.

A partir de ahí, se dibujará el croquis de un ejercicio que puede ser muy complejo para todo el continente. Porque en esos comicios, fruto de la incapacidad parlamentaria para votar un presidente de consenso, no sólo se juega el futuro inmediato de un socio sino también y en ciertos aspectos, el de la propia UE. No tanto por el peso específico de su economía o por su influencia política, ambos poco relevantes, sino porque parece posible que el populismo de izquierdas alcance el poder y la mera posibilidad de un cambio radical genera incertidumbres.

Si como parecen augurar las encuestas, Syriza obtiene una sólida mayoría parlamentaria, se demostrará una vez más que las elecciones nunca las gana la oposición sino que las pierde el gobierno. Y será así porque más allá del reiterativo mantra que proclama el fin de la austeridad, las clásicas críticas de la izquierda al FMI y un par de eslóganes más sobre la justicia social, las intenciones reales del señor Tsipras son tan desconocidas y esotéricas como el programa de su socio español, el no menos mesiánico Pablo Iglesias y toda su cohorte de teóricos.

Grecia, como otros países del sur de Europa, soporta más desempleo y pobreza que antes de la crisis pero además su deuda externa es muy superior a la anterior a la quita de 2011. Por tanto, la política de austeridad y recortes no parece haber tenido efectos en el diario vivir de sus ciudadanos. Y el leve incremento del PIB no parece suficiente como para recuperar los índices previos a la crisis. Por eso, es muy lógico que los votantes griegos, como los españoles y portugueses, entre otros, se sientan absolutamente frustrados. Los sacrificios han sido ingentes y el agotamiento social es evidente.

Pero no hay que olvidar que hay reformas muy necesarias que no se han iniciado por el inmovilismo de unos gobiernos demasiado acostumbrados a un estatismo ineficiente cuyos efectos perniciosos se ocultaban tras un crecimiento sostenido de la economía. Por eso, en Grecia se va a dilucidar un pulso entre dos formas de entender Europa y por tanto, de su estabilidad dependerá la de la propia Unión.

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