Pieza suelta

José Antonio / Pérez Tapias

El pulso del presidente

DURANTE estos días, cuando el vendaval financiero ha reducido el tigre celta -la Irlanda modélica como laboratorio neoliberal- a tan menguado tigre de papel que apenas llega a gato escaldado, no faltan avisos con la inquietante alarma de que España se halla en el ojo del huracán. Éste, más terrible que el del mítico Polifemo, es agujero negro a donde puede precipitarse nuestra economía si no cesan los ataques de mercados no sólo insaciables, sino antropófagos. Devoradores de humanos, a base de deglutir débiles Estados macerados bajo el peso de la deuda, son unos mercados que hacen del euro el objeto de su festín. Cuentan con la parálisis de la UE, la inoperancia de su Banco Central y el nacionalismo económico de Alemania bajo la batuta de Merkel.

En medio de un escenario cuya tramoya está montada con elementos que tanto recuerdan La tempestad shakesperiana como La escena de canibalismo de nuestro Goya, nada más lógico que esperar una mano segura en el timón del barco, so pena de vernos todos como los desesperados náufragos de La balsa de la Medusa. Pero, dado que la nave española está lejos de parecer aquel romántico bergantín "con diez cañones por banda y viento en popa a toda vela", sus más conspicuos pasajeros, su preciada élite empresarial, convocando a un capitán al que le han hecho llegar por vía regia su pavor ante la peligrosa deriva que la arrastra, le urgen sin contemplaciones a que "no le tiemble el pulso". De tan manida expresión la marinería enseguida detecta su tufo autoritario. ¿Por qué, en la zozobra, tanto desvelo por el pulso del presidente? Los 37 empresarios de marras, rondando el simbólico número de 40, le enviaban a quien encabeza el gobierno un mensaje claro: "sea firme, rápido y contundente" con las reformas. Esto es, dejado atrás todo buenismo, no se lo piense si hay que arrojar lastre por la borda. Consignas para el cuaderno de bitácora: rumbo a la reforma laboral según el mercado exige y a toda máquina hacia la reforma de las pensiones según esperan los tiburones de las finanzas. La competitividad es el norte.

¡Que el pulso no se debilite! Los otoñales vientos de Cataluña son una brisa para lo que se avecina. Y en la carta de navegación, una ruta: reconducir el Estado de las autonomías y reducir el Estado de bienestar. Cuando el timonel, convertido en cirujano de hierro, culmine la operación, hablaremos. Mientras tanto la élite experta ha conseguido de políticos que considera incompetentes unas rebajas en el impuesto de sociedades e incrementar su botín mediante privatizaciones. Dicen que era condición para que la bandera de la marca-país ondeara en el mástil buscando sumisa complicidad con aquellos que navegan bajo calaveras de diseño en el océano de la globalización.

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