La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Una puñetera locura

Nos equivocamos al estallar la pandemia, también en la desescalada prematura, y ahora al gestionar la alarma

Hemos vencido al virus... y lo volveremos a vencer cada vez que nos vuelva a colocar entre las naciones punteras de Europa en contagios, hospitalizados y muertos. Perdonen la ironía, de dudoso gusto cuando estamos a un rato de un nuevo confinamiento general y en manos de una panda de dirigentes políticos ineptos y fulleros.

Una puñetera locura, ha dicho Felipe González a cuenta de la decisión de Pedro Sánchez de ceder a las comunidades autónomas la gestión del estado de alarma o, lo que es lo mismo, recortar los derechos fundamentales de los españoles durante seis meses -sin dar explicaciones en el Congreso más que dos veces- y, a continuación, lavarse las manos y dejar que los virreyes territoriales administren la excepcionalidad según su leal saber entender, su interés y su criterio (y hasta su capricho, como la inefable Díaz Ayuso).

Nos equivocamos como Estado en el estallido de la pandemia, reaccionando tarde y mal, improvisando y rectificando. Nos volvimos a equivocar con la desescalada voluntariosa y precipitada, el desahogo triunfalista de la primavera tardía, cuando se nos incitaba a la trampa de la nueva normalidad, el disfrute y el "ya ha pasado todo". Y ahora nos estamos equivocando de nuevo, creo yo, al demorar las medidas más drásticas contra el virus, que son las más eficaces, disfrazar el sombrío toque de queda bajo el eufemismo de restricciones a la movilidad nocturna o confinar por días, desconfinar y volver a confinar.

Todo esto cabe achacárselo a los políticos, máximos exponentes y protagonistas de un marco institucional y social cainita y sumamente partidista. Pero ellos no han surgido de la nada ni caído del cielo. Responden a su ambición, sí, pero también reflejan el espíritu de división, banderías y trincheras que anida en la sociedad. Por otro lado, sufrimos un fracaso social y ciudadano tan grave, o más, que el político. La mayoría ha terminado, ciertamente, por tomarse en serio la Covid y asumir las molestias, incomodidades y pérdida de libertad que las autoridades han ido imponiendo. Una minoría ruidosa, negacionista o simplemente jactanciosa, especialmente juvenil, las rechaza cada día. Con una mezcla explosiva de estupidez, ignorancia e insolidaridad. Ni siquiera piensan que las víctimas de su diversión pueden ser sus padres y abuelos. Egoísmo en estado puro.

En la desescalada escribí: "Ahora nos toca a nosotros". También estamos fallando.

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