El lanzador de cuchillos

El purgatorio

Lo de Corinna y la guerra sucia contra ETA son 'macguffins', el objetivo son la monarquía y la arquitectura política del 78

El diputado de ERC Gabriel Rufián, por más que durante unos meses haya intentado esconderse bajo el disfraz de hombre de Estado, es el producto más acabado -charnego y castellanohablante- de esa Cataluña engallada que afirma con desparpajo, que la democracia está por encima de las leyes -cuando del procés se trata, para lo demás tiene una piel finísima- y en la que propugnar un país nuevo sin dejar de beneficiarse del viejo se considera inobjetable (ya sabes, españolito carroñero, hiena tarada: este verano del Covid Catalunya es tu casa).

Antisistema que, gracias al sistema, cambió las perchas del H&M por la moqueta del hemiciclo, como en la canción de Sabina, "da fe de que ha triunfado/ su tripa, que ha engordado/ desde el día/ que un ujier lo llamó Su Señoría". Hasta ha cambiado de pareja, por no desmentir al flaco de Ubeda. El otro día, en el Congreso, el diputado Rufián, con ese tono suyo tan irritante, reprochó a Sánchez el haberse opuesto a que se investigue en el parlamento si el rey emérito era un vivo que se lo llevaba muerto y González la X en la quiniela de los GAL.

Por su parte, Iglesias, el mando único de la franquicia española del comunismo revolucionario, la doctrina política que más crímenes tiene sobre su conciencia, la que puso en marcha una represión sistemática hasta llegar a instaurar el terror como forma de gobierno, mantiene, desde el poder y contra toda evidencia, que España sigue siendo, medio siglo después de la muerte del dictador, un Estado fascista. Para el Ceñudo Líder de la muchachada violeta, la Transición que no vivió fue un monumental enjuague, una traición sangrante, un período trágico cuya imagen oficial se ha construido sobre el silencio, la ocultación y el engaño.

No seamos ingenuos, lo de Corinna y la guerra sucia contra ETA son macguffins, el verdadero objetivo son la monarquía parlamentaria y la arquitectura política del 78 que, según la sedicente nueva izquierda y la viejísima esquerra perpetuaron las estructuras de poder del régimen de Franco. A los que todavía viven de agitar el espantajo del franquismo habría que recordarles lo que Jordi Solé Tura -catalán, comunista y padre de la Constitución- escribía en 1995: "Este pacto fue posible no sólo porque la izquierda aceptó la monarquía, sino también porque la monarquía aceptó todas las grandes reivindicaciones de la izquierda". El régimen que don Juan Carlos proyectó y González terminó de apuntalar ha tenido luces y sombras, días mejores y peores, pero piensen en el edén republicano de Iglesias y Rufián y verán cómo le vuelven a coger el gusto al purgatorio.

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