Lo que queda de Madrid

El castigo fue para Pedro Sánchez. Veremos enlos próximos días quién obra en dignidad con los resultados

Tengo la sensación que el mundo se desenvuelve en dos escenarios distintos: mundo A y mundo B. Ocasiones donde la vida propone dos caminos, donde hay dos versiones, blanco o negro, sol o lluvia… lo peor es que los carriles se muestran antagónicos, incompatibles, excluyentes, sin posibilidad de conciliación, de interiorizar un mensaje que sin despreciar al otro, proponga lo mejor de ambos… Esa es la imagen que me queda de las elecciones en Madrid. Vayamos por partes. Podemos: jugó un todo o nada. Sacó el equipo de gala, dándose cuenta de la erosión que apenas un año de Gobierno provocó a su imagen. Bueno, un año de gobierno, y chalets, sueldos, niñeras, escoltas, y otras zarandajas que, como antes decía, discurren por el mundo B, por la otra versión. Y ahora las elecciones confirman que eran carriles irreconciliables y que no admiten marcha atrás. Desde Galapagar, es difícil volver a Vallecas. Ni tan siquiera a la vicepresidencia. Ni tan siquiera al partido. Dicen que espera Roures. Negocios previos. Veremos.

Partido socialista. A mitad de campaña aniquiló la estrategia inicial de aislarse de su socio de Gobierno para arañar votos de centro en la moderación postulada por su candidato, para, tarde y a destiempo, incitar la unión de las izquierdas con argumentos que el electorado no compartió. Esto de no compartir es lo que Tezanos denomina tabernarios, Carmen Calvo fascistas, Pablo Iglesias trumpistas o Monedero gilipollas. A mí, me perdonen los ilustres estadistas precitados, prefiero llamarlo democracia. Que no se desanime Gabilondo. El castigo fue para Pedro Sánchez. Veremos en los próximos días quién obra en dignidad con los resultados.

El Partido Popular. Me quedo con la duda. No sé cuánto de victoria corresponde a las siglas, y cuánto a Ayuso. Confieso que a Casado le asigno menor bagaje. Por supuesto las siglas representan un poso, un ejército de votantes que ideológicamente siempre estarán ahí. Sabedores de que en España tan pronto encumbramos estrellas como enterramos muertos, quizá deba hacerse un análisis sosegado y con perspectiva. Si niegan la evidencia de que gran parte de los votantes lo han sido sólo por la gestión de Ayuso y la situación de pandemia, si no reconocen que aún no han conseguido restañar heridas y crear un mensaje propio, puede que la propuesta popular para las generales fracase, o, cuando menos, no alcance el techo necesario suficiente. Jugarse todo a que el ciudadano propondrá un voto de castigo al Gobierno Frankestein que acrecerá el saco popular es arriesgado, máxime si no disponen de datos fiables sobre el techo electoral de Vox. Y más si en el banquillo calientan candidatos que presuponen capacidad demostrada para suscitar adhesiones. Galicia y Andalucía debían proponer.

Finalmente, Vox. Es evidente: Ayuso les ha ganado la mano en esta ocasión. Pero si algo concluyo es que no se trata de una victoria del Partido Popular, sino, digo bien, de Ayuso. Ha sido, como diríamos, una chinita en un camino. Pero estas elecciones no han definido la distancia real entre ambas formaciones. Vox tiene que meditar muy mucho dónde quiere llevar el barco. Extremos nunca fueron buenos para crecer.

Y para todos. Como decía Tagore, si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas. Pues eso…

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