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José Antonio / Montilla

La reforma electoral

LA reforma del sistema electoral es otra de las grandes reformas que España tiene pendiente pero no se aborda pues nunca es el momento adecuado. Esta semana Italia ha aprobado una reforma del sistema electoral, que se suma a las del Senado y la organización territorial, en tramitación. Al margen del contenido de estas reformas Renzi, resulta evidente que estamos ante un sistema constitucional vivo. Por el contrario, aquí seguimos aprisionados entre los inmovilistas y los que quieren romper con todo e iniciar un nuevo proceso constituyente.

En concreto, el sistema electoral debe cambiar para aminorar el alejamiento del representante respecto al representado. En el ámbito municipal, la reforma puede implantar la elección directa del alcalde a través de un sistema de doble vuelta. No sólo garantiza la estabilidad política allí donde el sistema es más inestable sino que la figura reforzada del alcalde puede servir de contrapeso en un Estado de partidos. Sin embargo, ese modelo no es aplicable en el ámbito autonómico y estatal pues supone sustituir el actual sistema de gobierno parlamentario por un sistema presidencialista, ajeno a nuestra cultura política. Además, en esos ámbitos el problema fundamental no es la ingobernabilidad, aunque lo esté pareciendo en Andalucía ante el irresponsable bloqueo de la formación del gobierno. El problema es, como digo, el alejamiento del representante y la falta de funciones específicas de los que han sido elegidos por su inclusión en una lista cerrada de partido.

Para acercar el representante a la ciudadanía el modelo ideal es el mayoritario británico: 600 distritos en los que se elige un representante. El ciudadano exige responsabilidad a su representante de distrito y el representante sabe que no es un diputado más que sigue indicaciones del partido sino que personifica en el Parlamento a un conjunto de ciudadanos de un concreto territorio. Sin embargo, el problema de este sistema es que elimina a las minorías. Por ello, me decanto por el sistema alemán del doble voto. En las elecciones generales se vota tanto a un representante de distrito como a un partido. Simplificando, se puede decir que el número de parlamentarios de cada partido es proporcional a los votos que haya obtenido en toda Alemania pero, en primer lugar, ocupan escaño, los que hayan ganado en su concreto distrito electoral. De esta forma, se elige directamente al representante sin que ello suponga excluir a las minorías del Parlamento. En esa línea debería caminar la reforma del sistema electoral español.

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