Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

El regreso de Lorca

Hay que felicitarse, pese al largo tiempo transcurrido, de la llegada del legado del símbolo más universal de Granada

Cuando escribo estas notas ignoro si ha llegado la totalidad del legado de Federico García Lorca a Granada que permanecía custodiado en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Ha transcurrido demasiado tiempo desde las primeras intenciones de lograr la existencia de un Centro, no sólo con el nombre del poeta, sino con todo el contenido que integran los originales de muchas de sus obras, dibujos del autor de Poeta en Nueva York, correspondencia, recuerdos fotográficos, relaciones con los creadores de su época, primeras ediciones, artículos, ensayos y todo lo que se ha escrito sobre él. Pero, por encima de toda esa riqueza que significa un legado, parte de una vida, quedará la sensación de un regreso esperado tanto tiempo. No llegará, por desgracia, en el tren que lo trajo desde Madrid -entre otras porque ya no hay tren-, unos días antes del levantamiento militar que significaría su muerte vil y la de millares de granadinos, tras sumarísimos consejos de guerra esperpénticos -como los que condenaron al ingeniero Santa Cruz, al presidente de la Diputación y a tantos políticos e intelectuales- o, simplemente, en ejecuciones en cualquier cuneta o lugar de una tierra auténticamente ensangrentada, como ocurrió en los alrededores de la Fuente de las Lágrimas, caso de Federico y sus compañeros, aquella madrugada trágica de agosto del 36.

No sé si alguna vez se encontrarán los restos del poeta, pero todos estamos convencidos que sus asesinos no pudieron acabar con su vida, porque la vida está en sus obras, en sus heroínas, en sus dramas, en sus gitanos, en la gente que pasea por Nueva York o La Habana. O los que esperan tropezarse, estos días de calor, con Federico, tocado con un sombrero blanco de palma que se venden todavía en la sombrerería que hay frente a la nueva casa en la que va a habitar en La Romanilla. ¡Federico ha vuelto!, gritarían los niños si hubiese chavales que cantaran como lo hacían los que anunciaban la muerte de Mariana Pineda, en la obra de Lorca, o la Mariana del Beaterio de María Egipciaca, de Martín Recuerda. Federico vuelve a su ciudad, guardado en una caja fuerte, para que los estudiosos puedan saber algo más sobre su vida y obra. Pero, sobre todo, para que sintamos más cerca al paisano que mejor universalizó nuestra tierra, sin olvidar beber en sus raíces creadoras.

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