Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El regreso de cataluña

Hay voces pero ya no tantos oídos a lo que diga un señor desde Waterloo azuzando a los suyos

Percibo en amigos y familiares que viven en Cataluña un cierto alivio con la desaceleración de aquel 'prusés' que tantos males trajo. Más que datos concretos es más una sensación que te comunican ahora que se vienen de vacaciones al sur, esta tierra que es tan suya como nuestra como lo es Cataluña para todos.

Me comentan los seres tan queridos de aquella tierra mientras ven la Alhambra o pasean por Bibrambla o la Fuente de las Batallas, con ese aire de alivio vital que reflejan todos los que nos visitan, que allí empieza a no quererse hablar del tema. Bueno, siguen los de siempre con la parafernalia de los 'lazitos' amarillos y los discursos inflamados en plan 'lo volveremos a hacer' pero, en general, como que ya tampoco se les escucha tanto. Hay voces pero ya no tantos oídos a lo que diga un señor extraño con peluquín sesentero que desde Waterloo sigue de forajido azuzando a los suyos para seguir teniendo algo que ver en un tema que cada vez le queda más lejano. Tanto como les va quedando Puigdemón a los de aquí.

El 'engendro catalán' va encauzándose hacia los márgenes más manejables de 'la cuestión de Cataluña' en la que muchos sí que estamos dispuestos a debatir. Se nota que el paso por la trena de los directivos del saqueo/revuelta adolescente de antes de la pandemia les ha hecho reflexionar. Y no digamos lo de las multas millonarias. Quizás lo segundo les sea más doloroso que oneroso por aquello del tópico, quizás.

Ha hecho mucho bien, también, lo del indulto. Magnanimidad contra resentimientos. Una vez que ya están juzgados los autores de los delitos, hasta que ya casi mejor dejarlos que se den sus paseos de jubiletas, que al menos así se airean y hasta renuevan el ideario y lo ponen al día de la nueva realidad esta en la que todos, repito, todos y juntos, tenemos que salir adelante.

Es para alegrarse. Hasta yo mismo puede que vuelva a pisar Barcelona, una ciudad en la que estuve allá por 2017 y que prometí no pisar por sentirme un extraño en tierra propia. Aquello no era ya la ciudad soñada a la que viajaba buscando modernidad y cosmopolitismo. La habían convertido en un parque temático surcado por vociferantes tractoristas. Habrá que regresar. La Sagrada Familia parece que ya empieza a despuntar por fin acabada. Por algo será.

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