Mi relación con el papel higiénico

El primer papel higíenico no tuvo éxito porque veían innecesario gastar dinero en limpiarse el culo, para eso estaban los periódicos

Hasta hace poco mi relación emocional más intensa la tenía con los libros. Los cogía de la estantería y les hablaba. A veces, cuando leía alguna de sus páginas, les decía si me había gustado o no. Hay gente que tiene una relación emocional con su coche. Un amigo mío lo tiene con su 'mercedes', al que le acaricia el salpicadero cada que vez que va con él a un sitio y no ha surgido ningún problema. "Muy bien machote, así me gusta", le dice en voz alta. Ian McEwan, el novelista, contó recientemente en una entrevista que se pelea mucho con su ordenador, al que le echa unas broncas grandísimas cada vez que se le pierde algún documento. Y otro escritor amigo dice que con quien mantiene una relación emocional es con su frigorífico. Comenta que cada vez que lo abre se queda deslumbrado por la luz interior y le pregunta, como si fuera el oráculo del templo de Delfos, donde tiene la mantequilla o qué ha pasado con el último bote de kétchup que había comprado.

Bueno pues ahora la relación más emocional que tengo con un objeto es con el rollo de papel higiénico. No sé, desde que he visto que tanta gente lo desea tras la aparición del coronavirus, me han entrado unas ganas enormes de intentar comprenderlo. Ahora lo miro de otra manera y quiero saber más cosas sobre él. El otro día me fui a una página de Internet y me enteré de que el papel higiénico lo había inventado en 1857 un tal Joseph Gayetty, un norteamericano que padecía almorranas y necesitaba algo suave para limpiarse esa zona tan sensible del cuerpo humano. Era papel en láminas que hasta se vendía perfumado. Pero no tuvo mucho éxito porque la gente consideraba innecesario gastar dinero en comprar algo para algo tan prosaico como limpiarse el culo. Para eso estaban los periódicos y los terrones de tierra.

Luego fueron los hermanos Scott los que se inventaron el rollo como tal. En Francia comenzó a utilizarse a primera del siglo, pero hasta mediados del XX no llegó a los hogares españoles. Hasta ahora yo estaba convencido de que el papel higiénico solo servía para asearse el trasero, pero por lo visto hay algo más que algún estudio psicológico tendrá que descubrir. Tras ver las imágenes de gente en los mercadonas perdiendo el culo por el papel para el idem, creo que se trata de un objeto oscuro de deseo. Si viviera Buñuel seguro que le dedicaría una película

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