Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La revolución en tractor

En toda Europa los pueblos son ya otra cosa. Aquí son poco más que composantos

El agro se cansó. Del olvido y de la marginación. Del cortoplacismo. De las promesas incumplidas. Del vuelva usted mañana o dentro de cinco años. De que les traten de catetos para abajo como si llegaran a la capital a pedir limosna o las migajas que no se han devorado ni las ratas urbanas. Producen lo necesario pero en la ciudad cotiza lo superfluo, sin callos en las manos. Se recuerda el campo solo para buscar la arcadia feliz ya desolada de olvido.

Lo de sentirse capataces de los señoritos de la izquierda reinante tiene que traerles malos recuerdos. Pasaron los tiempos de los marqueses girando visita al cortijo donde, sombrero en mano, los aparceros ansiaban solo la dádiva del dueño y señor de sus vidas. Este ninguneo a sus peticiones de infraestructuras que posibiliten retener a una población que si quiere prosperar debe abandonar la mortecina paz de los pueblos tiene que resultarles lacerante.

Conozco pueblos de las Alpujarras donde sólo quedan viejos y ni un niño. Algún hipie sí, o artista o terapeuta holístico, pero la merma de población les deja fuera del reparto en los presupuestos. Así se mueren los pueblos que por conservadores no interesan en su voto a ningún político. Pero aún están vivos. Palpita en ellos una conciencia de ser la memoria de una nación que se gasta fortunas en renombrar calles, identidades, géneros y cualquier cosa que no sea esencial para la vida como lo es el comer o tener algún lugar en el mundo donde sentirse a gusto con uno mismo.

Se cansaron. De ahí que ahora unan sus voces y su fuerza y su talento para hacerse oír sin intermediarios en Madrid. Se articulan en una suerte de nuevo 15-M pero menos intelectual y sin papis que les cuiden a los niños. Un 15-M en verde versión hoces y tractores, con caras curtidas de trabajar de sol a sol todos los días. Una gigante-tremenda mayoría rural que va camino de morir de inanición y soledad sino grita que aún existe.

En toda Europa los pueblos ya son otra cosa. Aquí son poco más que camposantos. Allí muchos urbanitas los eligen por tener un cercanías a tiro para las gestiones pero viviendo donde el médico no te trata como a una cifra. Aquí sólo el desdén y el recorte, la nada.

La España callada anuncia que coge su propio camino contra esa segregación que clama al cielo y al suelo, ese que ellos quieren cultivar y habitar si no se lo impiden ya más los que les condenaron al olvido.

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